Gorras con orejeras.

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Llevaba unos días que se me helaban las orejas. Creo que desde que tenía instalado el nuevo protector de pantalla; sin encontrar la razón sobre tal circunstancia. Tenía instalado el protector de pantalla de figuras geométricas que se expanden y contraen de una manera aleatoria y adoptando varios colores. Pues, desde entonces, en los últimos estertores del invierno ya, se me helaban las orejas. Dicho sea de paso, había traspasado el duro invierno sin un mal resfriado que llevarme al cuerpo. Se veía que mi sistema inmune se iba reforzando con aquel método de pasar casi a pelo la fría estación. Lo de las orejas era una novedad inexplicable. Había visto un circundante portar una gorra con orejeras, no sé si restregándome en las narices mi falla de los últimos días, o que había él también cambiado el protector de pantalla. De cualquier forma, allí iba él, ufano, con aquel modelo tan práctico para tales fechas. Me pareció excesivo, por lo que no habría de buscar otra para mí, y más cuando por cuestiones lógicas de grados de inclinación del eje de la Tierra en relación con la incidencia de los rayos solares sobre el planeta, era muy probable que fuera prescindible, que se quedara obsoleta.


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