Acabo de llegar a casa del gimnasio y estoy en el sótano, mi lugar preferido. Lo uso de forma habitual porque tiene cuarto de baño y prefiero éste al del dormitorio. Desde hace meses yo ocupo los armarios del fondo del sótano y mi esposa, Merce, ha hecho suyos los del dormitorio. La cuestión es, que me estoy cambiando de ropa y necesito coger prendas, estoy desnudo y no tengo reparos en ir así desde el baño hasta donde está el ventanal y los armarios, pensando que la visión desde el exterior es muy limitada y, además, en estas fechas el paso por la zona de jardín y piscina es muy circunstancial.
Vengo musculado y ando presumiendo de mí mismo pero abstraído, de pronto me sorprende desde fuera la voz de Isabel (la vecina de dos casas más abajo, joven con dos niñas y casada, aunque actualmente con desavenencia),
- Te he pillado desnudo, me suelta sin tapujos desde detrás del pequeño seto.
En circunstancias normales me habría encogido pudoroso, pero la tranquilidad de que Merce está de viaje y puede que influya también el tono de su voz o algo más… le doy una respuesta atrevida,
- Puedes verme aún más de cerca si quieres.
Ella suelta una risita picarona con la que hace, si cabe, subir los decibelios del intercambio de frases.
Compruebo que se dirige a mi puerta en vez de girarse hacia la suya y noto como esto me envalentona.
Subo acelerado y alcanzo a entreabrir la puerta de casa cuando se acerca. Quedo expectante y ella al llegar se gira y hace el gesto de asomarse, entonces sin pensar le digo
- Puedes pasar si quieres, estoy sólo.
Lo último que hubiera pensado es que lo haría, pero observo como ella se adentra por el hueco y se queda mirándome con curiosidad
- ¿Te gusto así? - Le digo sin más.
- Estas muy bien - me contesta sorprendiéndome más todavía.
Tengo una semi erección y ella parece encantada con ello porque la mira con atención y detenimiento. Me acerco y es entonces cuando noto en ella que adquiere la verdadera importancia del momento. Busca apoyo en la pared, le toco el brazo y percibo un leve temblor. La contemplo afectuoso, es menuda, pechos redondos y en sus grandes ojos hay picardía a la vez de indecisión.
La rozo con mi cuerpo desnudo y se altera, pero no cambia de posición, como si sucumbiera a sus deseos de forma intencionada. Le sonrío con complicidad mientras se la acerco a la mano que parece dispuesta. A la vez que cierra los ojos se activa y con sus dedos la acoge delicada pero deseosa. La reacción es inmediata, se desborda al instante y se me pone imponente. Sin pensar la beso y me responde con la boca húmeda y ardorosa. Es un beso apasionado y deseoso, mientras su mano la sigue masajeando ansiosa y determinante.
El momento es tan increíble que ni pienso en buscar opciones, meto las manos por debajo de su falda y alcanzo sus bragas de algodón que ceden rápidamente a mis movimientos y se descuelgan por sus muslos. Ansío bajar y encontrarme con su peludo, pero ella se me adelanta y en cuclillas la busca con la boca y la abarca glotona mientras emite sonidos enardecidos. La ensaliva con decisión hasta ponerla como un mástil de velero.
Es ella la que se posiciona, lo hace apoyada atrás y abriendo los muslos, la tengo demasiado brava y tengo que proceder con cautela, le meto un poquito y atrás, hasta que el rio se le desborda y entonces hago entrada triunfal acompañada de un sonido suyo de delicioso sobresalto. El mete y saca resulta tan maravilloso que ambos respiramos entrecortado y felices. La siento tan profunda y acogida que cada movimiento me provoca más deseo. Me llama Félix como su marido, es como si quisiera fundirlo todo, unir cada una de sus piezas emocionales sin crearse conflictos.
Nos besamos con la intensidad a la que nos lleva el sentir de la copulación y la suma de tantas sensaciones nos lleva a una especie de trance o entrada en un espacio único del que no queremos salir.
Llego a un punto de exaltación que necesito hacer lo que antes no pude, bajar a su pelambrera y hundirme en ella y sus humedades. Cuando lo intento ella se resiste a que la desaloje, pero con decisión me arrodillo delante y bebo de su manantial hasta sentir como éste me desborda a la vez que ella grita superada su capacidad de resistencia. Con voz ronca nombra de nuevo a Félix y se corre una y otra vez.
Extenuados nos abandonamos en el suelo y quedamos abrazados, emparejados por el sexo y la sensación de estar en otra dimensión distinta, en la que no existe ningún convencionalismo, estamos apareados en su sentir más primitivo y natural. Ahora me mira muy de cerca y me dice,
- Como imaginar que eras tan amoroso.
- Y ardoroso también ¿no?, incluyo inmerso todavía en las sensaciones tan fuertes
- Más que eso, añade afirmativa.
Me sonríe con un encanto y comienza a darme besitos cariñosos por el pecho, luego baja y la acoge nuevamente en su boca, es un sentir distinto, una acogida de gratitud a la que recibe respuesta. Ella comienza entonces a ronronear y a saborearla con manifiesto deleite y la vuelve a instalar en su posición más alta. La veo imponente y creo que ella también por sus sonidos guturales y el movimiento de su cuerpo que resurge poco a poco acomodándose a un nuevo desafío.
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