Aquel pueblo parecía de gente pacífica, pero era sólo una apariencia. Conforme fuimos ingiriendo alcohol empezamos a contemporizar. De la contemporización se pasó a la falsa sensación de estar como en casa. De ahí a la afrenta va un paso muy libiano. Tanto que se puede escribir con "v", si se quiere. Y de las faltas de ortografía a las de la autoestima de los demás, todavía más ligero. El caso es que hubo bronca en el local, pues los pusimos en la alternativa de agachar la cerviz o liarse a hostias con nosotros. Y eligieron lo segundo.
Tampoco hubo golpes contusos, que fueron unos puñetazos, bien arreglados, pero puñetazos. En realidad fue una experiencia catártica.
La dimos por bien empleada.
Cuando en el siguiente pueblo fuimos a tocar, les extrañó un poco que todos lleváramos un ojo morado.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales