MÁS ALLÁ DE LO NATURAL

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“La vida es misterio; la luz ciega y la verdad inaccesible asombra” (Rubén Darío)

Una historia real…

Liliana Ortigoza, había llegado a una pequeña ciudad, invitada como exponente para un ciclo de conferencias dirigidas a estudiantes de Derechos Humanos, por lo que su estadía representaba no solo conocer la urbe, sino interactuar con colegas y alumnos, población mayoritariamente, más joven del país. Interesada en las estadísticas relacionadas al asunto que la ocupaba, entró a una, de las varias librerías que se localizaban en las calles de la localidad. Allí fue atendida por una joven dependiente, quien inmediatamente, la abordó, con ánimo diligente:

— ¿En qué la podemos ayudar?

  — Preciso de algún texto que registren cifras sobre los intereses de los alumnos de Derecho en la universidad local. 

 —¿Usted es parte de la comitiva de profesores que se hospedan en la posada de Pedro Antonio Suárez Ríos?

— Sí… allí, pernoctamos los conferencistas y algunos invitados.

 — Solo las personas de afuera se alojan en ese hostal. No es usual que personas del propio estado se alojen.  Fíjese, que los estudiantes prefieren alquilar piezas o anexos en casas residenciales y no quedarse allí.

  —¿Por qué me comenta eso?...  no es de mi incumbencia.

— A todos les advierto, no deseo que se lleven un mal recuerdo de nuestra ciudad.   De la posada se habla de un fenómeno sobrenatural, pero no en rincones ni en las recámaras, es en la persona del administrador, “el todero” del hotelito, porque también es jardinero y anfitrión, Pedrito le llaman.—   Posee un don especial de nacimiento, pero desde que visitó a la India, se le ha desarrollado grandemente— Manifestaba la chica, mientras colocaba libros sobre un mesón, solicitados por la docente, tratando de mantener el hilo de conversación que, espontáneamente había iniciado, sin obtener respuesta. 

—  El rumor es un secreto a voces y no es infundado, la posada la conocen como “la estancia sin retorno”, porque quien se hospeda, jamás regresa. Ojalá usted no vea la experiencia.

Liliana seleccionó dos libros, canceló su compra y luego se retiró  sin darle mayor importancia a la historia, de la que extrañamente   le había hablado la vendedora.

No había tenido tiempo de observar detalladamente la edificación de la Posada, constituida por dos plantas, de arquitectura colonial, la que se destacada de otros hostales, levantados a pocos metros sobre la misma avenida.

   A su llegada, conoció a Pedro Suárez Ríos, un hombre aproximadamente de 60 años, de contextura atlética, a pesar de la edad, de buen gusto al vestir, ataviado de camiseta de manga larga blanca y pullover azul, corbata y pantalones del mismo color, incluyendo el calzado, derrochando a su paso, una fragancia de exquisito aroma varonil. Con aspecto gentil, aparentemente culto, con modales delicados, quien recibía al cliente, haciéndolo sentir en un ambiente familiar y de confianza.

 Liliana, más allá del comentario escuchado, percibió en el hombre,   reflejada  en los espacios del lugar, a un ser  de personalidad cálida y sumamente detallista, los pasillos y salones lo demostraban:  macetas con flores y cestas de frutas, sin faltar los jarrones de agua natural o saborizada, estratégicamente colocados y a eso, le añadía, la impecable limpieza y el fino tejido de la lencería de las habitaciones. 

 —  < ¿Por qué siendo esta zona tan árida, donde solo existen especies xerófilas, la posada posee tan florido jardín? > Se preguntaba.

Se encontró al paso con Verónica Rodríguez, otra profesional que conformaba el grupo de conferencistas.

  —  Verónica, tú que llegaste una semana antes … ¿Te has enterado, de un supuesto fenómeno sobrenatural que es observado aquí?

 —No me lo dijeron, yo misma lo presencié…  una mañana, iba saliendo a comprar un café expreso, atravesé la calle y en la cafetería, me encontré con   Pedrito, comprando panes y otras cosas. Él ocupaba el quinto lugar de la fila para recibir el despachado, yo me regresé rápidamente, porque dejé olvidado el monedero, y al llegar de nuevo a la posada, ¿cuál fue mi sorpresa?   Pedrito atendía en la recepción a una pareja,  ¡nunca pudo haber llegado antes que yo!  Me volví a la calle y seguía haciendo la fila…Varias personas refieren sobre lo mismo.  — Verlo en diferentes lugares, al mismo tiempo, me aterra. Evito mirarlo y hablar de eso. Realizo mi exposición y ¡me largo ¡

Liliana se limitó a escuchar.  Ambas mujeres, decidieron recorrer las áreas de la jardinería:  colores y olores de diferentes flores se confundían entre dos glorietas y una fuente adornada con estatuas de diosas y delfines, majestuosamente, refrescaban el entorno.

Sucedió en la mañana del último día de la programación de conferencias, Liliana ya había hecho sus valijas, aunque pensó quedarse un par de días para visitar los atractivos turísticos:  paseos por los viticultores, asentamientos de aguas termales, los famosos sembradíos de aloe vera y las especies de cactus que se producían en la zona.

Se dirigió al pequeño salón, acondicionado como desayunador. Había pocos comensales en las diez mesas disponibles, eligió una cercana al ventanal para observar otra vez las glorietas, que esa mañana, embellecían con mayor verdor, por los helechos colgantes y los ramilletes de las trepadoras, enroscadas en sus columnas.

 Una joven servía el té, el café o el zumo de frutas, dependiendo de la preferencia del cliente, ofreciendo los platillos autóctonos de la región. Allí andaba Pedrito, vigilando cada movimiento de los empleados y ordenando la mejor disposición de los servicios de alimentos y bebidas. Estaba como siempre, distinguidamente vestido, aromatizando la atmosfera con su perfume y contagiando a los demás, con su franca sonrisa y cordial saludo.

—¿Cómo la han tratado estimada profesora? Sé que se despide probablemente mañana. —Preguntó cordialmente, el administrador, acercándose a la mesa, donde la docente, saboreaba una tostada con queso y mermelada de fresa casera.

—Si, quizás, aunque espero noticias del chico del turismo, quien se comprometió a conseguirme cupo para visitar los viñedos, si resulta así, me quedaré unos días más. —La mujer lo miró y se cruzó con los ojos de Pedro, quien fijó su vista en ella, pero, cuando giró su cara al ventanal, evitando que su interlocutor la siguiera observando, vio, a través del cristal, la figura del administrador, parada en la glorieta más cercana, rociando felizmente   el jardín.

 <!Estoy alucinando ¡lo que veo no puede ser<. Este hombre está frente a mí y al mismo tiempo, con la misma apariencia, está regando flores>

—Independientemente de lo que decida, siempre será bienvenida— Le dijo Pedro Suárez Ríos, alejándose de la mesa, seguido por los ojos de Liliana, quien, consternada, seguía viéndolo por el vidrio del ventanal.

 Recordó sobre el don de la ubicuidad, fenómeno paranormal considerado también divino, el que la literatura cristiana le atribuía a la Virgen María y a los santos:  Pío de Pietrelcina, Martín de Porres, Antonio de Padua, Francisco Xavier y Alfonso María Ligorio, entre otros, reconocido como la capacidad de la persona, que podía ser vista, simultáneamente, en sitios distintos, sobrepasando tiempo y espacio. Pero, su raciocinio no le permitía dar crédito, a que, en el siglo XXI aconteciera semejante fenómeno. 

Se despidió ese mismo día. Tuvo temor a lo desconocido, sentía que no podía lidiar contra lo que no tenía respuestas.

 

 


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