¡Qué espeso dolor produce en el alma
este amor nuestro, querida Sirena…!
¡Qué oscuro silencio provoca su maldito entierro...!
Hicieron danzar nuestros velos
por los mentideros
las lenguas de esos diez traidores…
Quisieron hurtarnos el cielo
aquéllos que después rieron a nuestras espaldas,
a solas y en grupo, locuaces e infectos,
capaces de todo al simple recreo
de romper dos almas al son de unos celos,
creando en torno a nosotros falaces retuertos
y chistes de fácil manejo con tal de apartarnos…
¡Y lo consiguieron!
Y lo consiguieron…
¡Qué pena…!
¡Qué pena de amor destrozado!
Qué espeso vacío llenó el corazón de inútiles cargas,
qué sangre más negra nutrió sus cavernas
llenando en ponzoña sus venas y arterias,
cual fuerte veneno, sus risas de hiena…
Qué lástima sentir este odio
dentro de mi pecho, mi bella Sirena…
Qué pena de amor descuidado, de amor de desecho…
¡Qué pena al creernos lo que nos dijeron, del uno y del otro!
Y tú por ser blanca…
… Y yo por ser negro
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