Aquel domingo al atardecer de finales de los años 70 del siglo pasado se hallaba Marcos que era un hombre de ventisiete años en compañía de su novia Martina en la terraza de un bar en el señorial Paseo de Gracia de la Ciudad Condal, cuando éste le sugirió:
- Mira Martina. Como ya llevamos un tiempo saliendo juntos y creo que ya nos tenemos suficiente confianza, creo que estaría bien que vinieras a pasar un fin de semana a mi piso de soltero.
- ¡Ya! Quieres hacer el amor conmigo ¿no es eso? - dijo ella poniéndose a la defensiva. Pues se trataba de una mujer muy sugerente; deseable; con un parecido extraordinario con la Gioconda; aquella la enigmática modelo del cuadro en el Louvre de Lenardo da Vinci, ya que tenía un cabello tan largo como como ella
-Bueno. ¿Por qué no? Yo te quiero - respondió Marcos con una ténue sonrisa.
- ¡Ah! Mira que espabilado. Tú no me quieres como dices. Si así fuera respetarías mis principios. Tú no eres más que un egoísta que vas a la tuya sin querer implicarte en responsabilidades - le reprochó la fémina en un tono ofendido y con la mirada baja-. Ya sé que ahora todo el mundo hace lo que le da la gana, pero yo no soy así y me debo a las enseñanzas de mis padres que son muy buenos creyentes.. Ya sabes que yo no me acuesto con nadie si antes no pasamos por el altar. Desde luego Marcos esto no lo hubiese creído de ti. ¡Vaya decepción!. Y lo mejor es que lo dejemos aquí - expresó Martina con resolución y en un tono áspero, desencantado.
Ella se levantó en volandas de su asiento y se perdió con paso rápido en la lejanía mezclándose con la muchedumbre que pululaba por aquella avenida.
A decir verdad Marcos había pasado por alto que Martina estaba completamente influenciada por la rígida moral de una asociación católica que era casi como una secta, a la que la joven pertenecía con su familia, y que a su vez formaba parte de la Administración del Estado. Por esta razón el hombre se sintió desconcertado; como si él fuese un vulgar aprovechado de la confanza de aquella mujer.
Hay que aclarar que en años anteriores la mayoría de las féminas del país solían reaccionar de la misma manera airada que Martina ante situaciones semejantes con sus parejas. En consecuencia muchos sujetos cuando llegaba el verano no dudaban en desplazarse a la paradisiaca Costa Brava en busca de turistas extranjeras que venían de paises en los que se vivía con mayor libertad y sin prejuicios de ninguna clase.
Marcos intentó hablar un par de veces con Martina por teléfono, pero fue inútil puesto que ella le había dado carpetazo. ¿Es que no lo amaba como la chica le había manifestado varias veces? Así que el "perverso" joven no tuvo más remedio que conformarse con su fracaso sentimental; y centrarse en su trabajo de administrativo en una empresa que fabricaba porteros automáticos, y salir de vez en cuando con sus amigos que eran de su mismo barrio.
Sin embargo aquella intolerante moral religiosa que se basaba en el chantaje emocional en la que se había apoyado Martina que asimismo había marcado las costumbres de la sociedad, se desmoronó cual un edificio en ruinas y la población de un modo ansioso, frenético empezó a cambiar como el reverso de un calcetín.
Por aquel entonces Marcos que siempre había sido un tipo muy curioso y le había gustado conocer nuevos ambientes, un día se adentró en un callejón estrecho de la zona alta de Barcelona y se halló de pronto frente a un Club Privado que tenía una fachada similar a la de cualquier bar musical, con la salvedad que a diferencia de estos locales éste tenía las puertas celosamente cerradas. "¿Qué se esconderá aquí?" - se preguntó él extrañado-. De manera que el hombre ni corto ni perezoso decidió llamar a un timbre.
Entonces le abrió la puerta un tipo de mediana edad; que iba con un impecable traje gris perla que daba la impresión de ser un alto ejecutivo de alguna multinacional, el cual le invitó a entrar y Marcos se encontró en un elegante vestíbulo que comunicaba con una recogida discoteca con cómodos asientos tapizados de terciopelo granate en la que había un tan selecto como discreto público ataviado con sus mejores indumentarias, de entre el cual se vislumbraba a algunos personajes de dimensión pública como políticos, empresarios y gente de la farándula. De pronto una exhuberante y atractiva fémina de cabello rubio; que llevaba un ajustado vestido de noche de color morado se distinguió del público y se lanzó a la pequeña pista de baile contorsionándose de una forma muy exhibicionista, con manifiesta provocación erótica al compás de un Rock; y en la medida que ésta se dejaba envolver por las enervantes notas de aquella pieza musical, se dedicó a ofrecer a sus amigos un espontáneo Strip-tasse hasta quedar completamente desnuda, a la par que unas lujuriosas manos masculinas la manoseaban a placer por todos los rincones de su cuerpo.
En aquel momento una empleada de aquel sitio que era una dama joven morena, de cabello corto se dirigió al atónito Marcos - pues él nunca habia visto un local como aquel-, y creyó oportuno ponerle en antecedentes.
CONTINÚA
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales