Se conocieron hace mas de doce años.
El como, cuando y donde no tiene importancia.
Al principio surgió como una amistad, con el paso del tiempo fluyeron los sentimientos que perduran a día de hoy.
Ambos habían o estaban atravesando relaciones, diferentes y complicadas.
Él era sincero, afable, parco en palabras, cariñoso. Sobre todo lo que le encandiló a ella, fue su mirada y palabras sinceras.
Ella, decidió abrir una ventana a su vida y para ello decidió ser muy transparente desde el principio.
Transcurrieron unos cinco años, su familia, descubrió por las facturas del teléfono, que él mantenía una relación con una persona.
A partir de ahí, su relación dio un giro importante, ya que ella desconocía que seguía casado, que trabajaba con ella y el control al que le tenían sometido, de hecho, su hija, al enterarse dejó de hablarle y para él eso fue desgarrador. Era tan estrecha que mantenían, padre e hija, que él no podía soportar que ella se alejase, vaya que no habían roto “su cordón umbilical”.
¿Que hacer en una situación así?. ¿Seguían adelante? ¿o lo dejaban? .
Siguieron adelante. ¿A que precio?. Se veían menos. Hablaban menos.
Él se volcó mas, aún si cabe, en su trabajo, quizás por carga de trabajo, es posible, quizás por aquello del control que ejercían sobre él y demostrarles que todo había sido un espejismo y que ya no había nada o porque quería sanear sus cuentas para emprender una vida junto a ella, cuanto antes.
En cualquiera de los casos, se convirtió en una relación, oculta al resto de los demás, en la que sus libertades ni como amigos ni como, se le quiera llamar, existían, ya que si bien antes, podían tomarse un café a primera hora de la mañana en un sitio mas discreto, ahora eso estaba totalmente prohibido por aquello de si les veían y que pensarían los demás, como en la época de la autocracia, cuando el simple hecho de ir con un hombre a solas ya te estaban señalando con el dedo, tipo película española, no exagero.
Transcurridos unos cuatro años, un nuevo revés les hizo vivir otra situación.
La llegada de la pandemia y el diagnóstico de ella, de una enfermedad crónica, les alejó aun mas. Todo se cerró, nadie podía salir, solo lo imprescindible. Su única vía de comunicación era el teléfono y mensajes esporádicos, lo cual les permitía, avivar mas sus sentimientos y mantener ese contacto verbal, ya que el físico era imposible.
Ella dejó de trabajar, con lo cual tenía mas tiempo para ella y no dependía tanto de horarios difíciles de compaginar. Pensaba que sería una gran ventaja y se organizarían mejor. No fue así, sino todo lo contrario.
Él estaba muchísimo mas dedicado a su trabajo. Se veían muy de vez en cuando. Y ella se empezó a plantear seriamente si esta relación, tal y como la estaba planteando él, era lo que realmente ella quería.
Las promesas eran continuas y sus ausencias también. Era el jardín del Edén, pero sin Edén y sin caminos fáciles de andar. Todo lo contrario. ¿Piedras? . No. Pedruscos. Escaleras muy empinadas, casi imposibles de subir y menos de bajar. Esta situación, a ella le pilló en horas muy bajas y no veía solución alguna, hasta el punto de tocar fondo. Cuando lo tocó, fue cuando le empezó a plantear un cambio en su relación. Cambios pequeños, nada de decisiones transcendentales que afectasen a su trabajo, para nada, algo tan básico y natural como mas comunicación o salir una mañana fuera de su entorno, nada mas. Él oía y recepcionaba, hasta ahí. Sin tomar decisiones, aludiendo paciencia y conformismo, si claro por parte de ella, ya que él vivía una situación completamente diferente.
Debido a un problema de rodilla que a él le venía ya de muy lejos, tenía serios inconvenientes para llevar una vida laboral como hasta ahora.
Terminaba agotado, con muchos dolores y no podía mas.
Decidió ir al médico para programar una intervención.
Al cabo de unos seis meses le operaron y a partir de ahí, su relación volvió a tomar un giro inesperado. Él pensaba que sería coser ya cantar, como suele decirse y ya se sabe que esto no es así. “ En mes y medio estoy trabajando”.
Llevaba cuatro meses de recuperación y salía poco a la calle.
El trabajo lo llevaba desde casa. Claro, acostumbrado de ir de un lado a otro, su vida laboral se le truncó. Su hija estaba pendiente de él continuamente, hasta el punto de no encontrar hueco alguno para llamarle a ella y si lo hacía colgaba sin mas, o no llamaba en dos o tres días.
Ella no entendía nada y a veces cuando encontraba ocasión en las pocas veces que hablaban, le tiraba pullas. Él se revolvía hasta el punto de decirle:
“Me estás presionando”. Uy¡. Eso si que no. ¿Presionándole ella?. Para nada.
Esta es una conversación que hay que tener de tu a tu.
Si, de acuerdo. Pero….. ¿Cuando???
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