Fuera un perro ladra y espanta el silencio de la noche.
Mientras, yo la busco entre las sombras de la habitación, en un intento de adivinar su silueta ante la escasa luz de una vela. No la veo, pero la escucho: susurra mi nombre. Camino a tientas tras el hipnótico hilo de voz. Me acerco a la cama y descubro sus piernas. Está desnuda. Se ríe, me enreda en sus brazos, y mi ropa empieza a decorar el suelo. Pierdo el norte buscando el sur de su espalda. Aparto las sábanas y el aire apaga la llama. La oscuridad nos cubre, noto su aliento más cerca. Sus piernas me abrazan, me amarran a ella. Oigo mis ansias, su risa y el viento.
La piel nos atrapa; el calor nos reclama. Pruebo su sonrisa, sus labios. Mis besos muerden. Suspira. Sus dedos deambulan, los míos se pierden. Susurra de nuevo y me estremezco. Las manos, su pelo, su boca en mi cuello. Los cuerpos se funden, las ganas se excitan, abusan, estallan. Las uñas se clavan y los gemidos enmudecen ante el estruendo de la televisión. Se iluminan salón, dormitorio y pasillo. Ya ha vuelto la luz.
@Inadaptada91
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