EL REVÉS DE UNA VENGANZA PARTE II
Por Ana Sabina Pirela Paz
Enviado el 13/07/2023, clasificado en Cuentos
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Gaby pudo darse cuenta, que la historia que removía el pasado de su entorno familiar, había traído provecho económico, en el preciso momento cuando la zona atravesaba una recesión económica.
Desde la altura de la plantación, divisaba la restauración de la costanera de la que le había hablado su tía. Bordeaba el orillar del mar, sus cristalinas aguas con destellos brillantes por la luz solar fueron imágenes de posteo, ayer, de cámaras fotográficas tradicionales reproducidas en las revistas de turismo, hoy, por las redes sociales. Un paisaje natural que la remontaba a su infancia, que la empujaba a escudriñar lo que no pudo hacer en otrora: conocer de la causa de la muerte de su tía, sobre lo que sentía tener derecho a saber y sobre la procedencia de los inverosímiles comentarios, así como descubrir la identidad de sus autores.
—Alejandro, dígame… ¿cuál es el árbol de la supuesta aparición?
—Más adelante profesora... está sobre la mitad del terreno.
La mujer caminó hasta detenerse en el árbol que le señalara su exalumno. Una especie que destacaba sobre las demás por su altura, verdoso y frondoso en todo su esplendor, con frutos que pintaban desde el amarillo rojizo hasta el anaranjado intenso, era el árbol más vistoso de todo el mangal. Posó su mirada, en la cima y en la base final del árbol, apreciando una arena limpia y seca…>nada anormal< Pensó.
— Precisamente, donde está mirando, dicen que aparece la difunta—Que suele verse primero, una luz, con una mariposa o un ave blanca revoleteando, que las tres figuras: aparición, mariposa y ave se esconden entre los mangos. Las señoras mayores, que conocieron en vida a la señorita Raquel María, aseguran que es su misma imagen —Una de ellas trajo una fotografía y su tía Lola se la arrebató de las manos y la quemó aquí mismo — Fue un día de mucho escándalo, hasta la policía tuvo que intervenir.
Las palabras de Alejandro, en nada inmutaron a Gabriela. Eran las mismas reseñas que había leído en la prensa y en la televisión, sobre los testimonios de personas que habían acudido al lugar. Todos repetían lo mismo o referían versiones parecidas.
—Y usted … ¿qué opina de todo esto?
—Pues le cuento, me atrevo acercarme acá de día, pero después que baja el sol, jamás. Le tengo pavor a todo ese cotilleo que durante meses nos han tenido intranquilos. — ¡Es demasiado!, han asegurado que ella está viva, que se está vengando de alguien. — Con el tiempo se descubrirá la verdad, pero no puedo adelantar nada, porque nada he visto.
Gabriela, creía tener ideas más claras. Estaba segura de que podía desenmascarar a los culpables de la patraña, quienes se hablan procurado beneficios, no solo económicos, sino de reconocimientos, inclusive para ascensos de cargos políticos, como el caso del Alcalde, hecho de fama y con pretensión de relanzar su candidatura para futuro gobernador, hasta ayer un desconocido, hoy su fotografía ilustraba diferentes diarios, opinando, con evasivas y dejando dudas: >“algo debe suceder sobre la aparición, que arrastra tanto público”>
—>Ella murió en el parto, sufrió cuando se embarazó de ese mal hombre, quien nunca dio la cara. La pobrecita se nos fue más pálida que la cera y más triste que la Dolorosa en el sepulcro. —De milagro sobrevivió el pequeñín que no dejaba de llorar y que nos ensordecía a las tres mujeres que lo atendimos: la partera, la criada y yo, porque su madre desconsolada, no podía ni estarse en pie>. Gabriela recordaba lo que hacía años había escuchado decir de la boca de tía Lola.
También evocó, el halo de misterio de la finada Raquel María. Recapituló la presencia de Elvira, la criada, cuando escuchó comentarle al marido, que hacía de jardinero en la residencia de sus abuelos, que esa misma noche, después que alumbró la habían sacado para la isla de La Ciénega, y que el bebé había quedado al cuidado de la tía Lola. De cuyos hechos jamás se volvió hablar. También recordó al bebe, a quien solo vio en dos ocasiones: la primera, cuando la tía cuidadora, lo tomaba en su regazo y lo sacaba al patio para que tomara los primeros rayos de sol, y la segunda, ya más grandecito, cuando le impusieron las aguas bautismales, en el interior de un cuarto, por un sacerdote amigo de la familia. Desde esa vez, no volvió a ver más al pequeñín, como así era llamado. Después tuvo noticias, que lo habían enviado en el interior del país a estudiar en un internado católico y después, comentaron que se hizo periodista y que residía en la capital.
> ¿Estará tía Lola detrás de todo este cuento? > Se preguntó.
No sabía por dónde empezar. Ella solo era una niña cuando ocurrió el suceso, sobre el que le prohibieron hablar. Era como si todos hubisen pactado en borrar lo acontecido. No tenía quiénes la podían ayudar a indagar …Pero, sí sabía a dónde acudir.
Al día siguiente tomó el catamarán y se fue a “La Ciénega”, con la esperanza de encontrar respuestas de su finada pariente.
El sol reluciente le bronceaba su piel. Solitaria y sin hacer preguntas, caminó por las riberas, deteniéndose en las diferentes viviendas, estanterías de ventas de frutas o en los improvisados puestos de pescaderías, con la finalidad de unir hechos o indicios.
Al final de una bahía, divisó un restaurante, apostado en la orilla, que en comparación con los demás, era el mejor en construcción y ubicación, en donde fue atendida por un chico nativo, ordenando tan solo agua.
—¿La han atendido bien, como se merece? —Por detrás de su asiento, escuchó una voz de mujer con tono amable, que al voltearse, vio una cara que cubría los ojos con lentes de sol y los cabellos con un turbante colorido, lo que hacía difícil ver su imagen con plenitud, pero aun así, se percibía de delicada hermosura, que sin esperar respuesta, volvió a interrogar.
—¿De dónde nos visita?
—Del llano occidental. — Respondió Gabriela.
—¡Cómo ha crecido el turismo ¡hace dos décadas, eran ambientes vírgenes. Manifestó la mujer.
—¡Mamá llegué! traje revistas y periódicos donde se publica el reportaje. — Se oyó la voz de un hombre joven, quien recién desembarcaba de una lancha, acercándose a la mujer. Ambos cruzaron miradas y se encariñaron con un efusivo abrazo, dirigiéndose en el interior de una vivienda, ubicada al lado del restaurante.
Gabriela encontró respuesta. Sabía quiénes eran los autores del drama que conmocionaba a la familia y al pueblo, pero no era el momento de decir la verdad. Prefería guardar silencio. Aunque estaba segura, que la venganza orquestada por María Raquel y su hijo, no resultó como ellos la habían planeado, fue exitosa para todo un colectivo y no era ella, la que debía ponerle el punto final al auge financiero de la zona.
—Así como salí regreso: sin preguntas ni respuestas—Le respondía a familiares y amigos, que preguntaban sobre el viaje y sus resultados.
—.> Pueblo mentiroso y sinvergüenza ¡ tienen un interés en mantener la leyenda >
—.> ¿Sabrá tía Lola, que su hermana está viva? no lo diré.< - <¿Me convertí en cómplice de un secreto familiar?<
Concluía en sus pensamientos.
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