EL DESPERTAR DEL DURMIENTE
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Se llamaba Abigail. Nació dentro de una familia acomodada. Su padre era el dueño de varias empresas de madera. Su madre era hija única de un jefe de una aldea en las Amazonas. Aunque la familia de la madre vivían muy humildes, no quería decir que fueran pobres.
Sus abuelos maternos eran propietarios de una gran parte de las Amazonas. Una zona forestal, todavía virgen en fauna y sin explorar por el hombre. Un terreno virgen y desconocido a la vista del hombre.
Se decía entre los habitantes de esa pequeña aldea, que un día nacería alguien de sangre azul, quien daría su vida por los bosque, la naturaleza y el medio habiente. Durante décadas, la humanidad esperaba el nacimiento de una personita. Dotada con grandes virtudes y cierta pizca de humanidad, perdida en los seres humanos. Pero como todas las historias, esta llego a formar parte de las personas más ancianas y que solían contarla de generación en generación a los niños de la aldea.
El padre de Abigail se encontraba un día inspeccionando una zona de grandes arboledas, dentro de una zona cercana a las Amazonas. Se llamaba Abel, hacia poco que se había puesto al frente de los negocios familiares.
Era una persona muy ambiciosa, desde pequeño sus padres lo habían enseñado a que si quería algo, para conseguirlo tenía que competir con los demás. No importaba los medios para conseguirlo, ni las formas. Tan solo, los resultados conseguidos al final.
La madre se llamaba Así, era una joven hermosa, sus cabellos era morenos, de pelo largo, ojos verdes (del color de las hojas de los arboles). Su piel era de un bronceado natural. De estar siempre expuesta a la naturaleza. Su carácter era confiada, muy sencilla y tierna con todos los seres de la naturaleza de los bosques.
Todos en esa pequeña aldea tenían una forma de ser muy peculiar y que todos los demás seres humanos, habían ido perdiendo poco a poco, con el paso de los tiempos.
Un día Abel estaba en búsqueda de nuevos horizontes para talar árboles y a si encontrar madera de bajo coste, pero de muy buena calidad, para su aserradero. Abel con el tiempo se había convertido en un hombre muy ambicioso.
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