Denunciar relato
Nada más desagradable que despertarse de ese pseudonoctambulismo nocturno gracias a un golpe en el dedo pequeño del pie. Pongamos que tú eras la mesa, pongamos que la pata era tu pierna y mi dedo era mi dedo. Pongamos que tú querías despertarme esa noche y que no era solo cuestión de mala suerte. Pongamos que tal vez fuese yo la que comenzara golpeándote a ti y no al contrario. Pongamos que fuimos los dos a la vez.
Lo pongamos como lo pongamos, es desagradable.
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