Érica nada más entrar en su casa, se fue directa hablar con su madre, que en ese momento se encontraba en la cocina, haciendo el almuerzo. Cuando la madre se entero de todo llamo a Elías que estaba en la terraza. Al entrar al comedor lo abrazo y lo sentó en una silla, sentándose ella al lado de él, lo miro y empezó a decirle;
--Elías, yo no te puedo dejar dormí en la terraza. Tampoco te puedo dejar dormí en el coche. Y mucho menos en cualquier parte de la calle. No me sobran camas, no tengo un dormitorio de sobra, pero ¿si no lo ves mal?, puedes dormí en el sofás, se abre y es cama.¡ Eso sí ! , tienes que obedecer las normas de una convivencia, ducharte, ayudar en la casa y lo más importante. ¡Por favor! no causes problemas mientras estés aquí, bajo mi techo.
Elías la miro, y con lagrimas en los ojos le dio las gracias. La abrazo, pensando en ese momento que tenía muncha suerte. Ya no tendría que dormí en la calle. Ya no pasaría hambre, ni sed. Por fin Elías veía una pequeña luz en el horizonte. Por fin una esperanza.
En ese momento se levanto y ayudo a poner la mesa y a fregar después de comer. Llego la hora de ducharse y acostarse. Elías no sabía como decirle a su amiga que no tenia ropa interior para cambiarse. Pijama no importaba era Agosto, hacía mucho calor. Cuando aparece la madre de Érica con una muda en la mano y un pantalón corto y le dijo;
--Elías toma cámbiate y dúchate, vamos a cenar enseguida que salgas.
Mientras se duchaba Elías sus lagrimas se confundían con el agua del grifo. Esta vez eran un sin fin de sentimientos confusos. Quería a su madre mucho, pero también sentía a la vez, rabia, dolor, tristeza. Al mismo tiempo se sentía feliz de estar con esa familia. No sabía que haría mañana, ni pasado, ni el otro. No tenía fuerzas para pensar. Decidiendo esperar y decidir dentro de unos días, según fuera viendo.
Pasaron los días y su hermano Roberto lo llamo para ver si estaba bien. Elías le contesto que si y le colgó. Su madre durante el mes de agosto, no dio señales de vida. Elías tampoco la llamo. Los servicios sociales seguían haciéndole el seguimiento, pero como lo veían limpio y no estaba demacrado, pues para ellos todo se encontraba bien, todo iba por buen camino.
Pasaron los días y entre la madre de Érica y su abuela lo convencieron de que tenía que hacer algo en la vida para remontar. A Elías le gustaba mucho mecánica. Lo convencieron de que probara y si no le gustaba que lo dejara y se buscaría otra cosa. Acepto, aunque realmente estaba a punto de cumplir 17 años y lo que la familia de Érica esperaban, era que estuviera ocupado hasta que se pudiera poner a trabajar y poder ganarse la vida por lo menos decentemente.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales