El mago estaba solo, tremendamente solo.
En medio de un infinito de tiempo y espacio, oscuro y vacío.
Soñó como podría iluminarlo, vestirlo, adornarlo, darle un significado, convertirlo en algo.
Primero imaginó dotarlo de puntos brillantes. Muchos. Y lo hizo.
Fue imponiéndole al caos reglas, leyes de comportamiento, de desarrollo.
Pero seguía solo.
Quiso soñar una palabra rara. Se le ocurrió vida.
Desarrolló vegetales, pastos, árboles, flores pero no los sintió como compañía.
Necesitaba algo con movimiento.
Inventó un ser sencillo, fácil, que se arrastraba. Una serpiente (que luego sería importante).
Demasiado poco. Muy simple.
Era evidente, para no estar solo necesitaba de alguien mas complejo. Igual a el.
Y creó un ser a su imagen y semejanza.
Tendría que darle un nombre. Adán le pareció adecuado.
Adán a su vez lo llamó Dios.
El mago se dio cuenta de que era mucho mas que un mago.
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