Besarte... en pocas palabras.

Continuó con los ojos cerrados, aun cuando mis labios se alejaron de los suyos.

           En ese momento supe que el beso le había gustado. Sé que, con infinito anhelo, ella, mi tesoro, mi amada, mi cielo, esperaba más.

No le defraudé y volví a tocar sus labios con los míos y volví a saborear su boca.

         Si hay algo que caracteriza a un beso, es la adicción que crea.

        Primero está la necesidad, a más corto plazo, de repetir, de volver una y otra vez al paraiso. Después, pasado un periodo de tiempo mayor, que en mi caso son tan solo unos días, esa necesidad se transforma en ansia.

         Mi mente trata en vano de vivir de la memoria, de absorber hasta la última gota del recuerdo, bebiendo su propia esencia. Solamente para encontrar que la sed de un beso no se apaga con el recuerdo. 

    Entonces miro el calendario, cuento los días y hundo mi decepción en un profundo suspiro de desesperación al descubrir que, los días que faltan no se cuentan en semanas, si no en meses. Tres largos meses para el reencuentro, noventa días y alguno más, para volver a cruzar el charco, para volver a estar cerca de tí, para volver a hacer lo que más anhelo.

Besarte.