Él informático

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Joanna tenía 26 años. Era escritora y trabajaba con el ordenador. Sin embargo, últimamente no paraba de darle problemas. Se apagaba cuando quería, no tenía espacio en disco duro c:/... 

Cansada de no encontrar soluciones, llamó a un informático especializado que residía en su mismo pueblo. Tocó al timbre cerca de las seis de la tarde. Ella iba en pijama, pero aún así, era muy sexy. 

-Hola, soy Jorge, vengo por lo del ordenador...

-¡Ah sí! Pase, pase. Está en mi habitación. Ya le comenté mis problemas por teléfono, ¿tiene alguna esperanza?

-Supongo que sí, simplemente tengo que hacer un par de cosas...

Él se puso a trabajar. Era un chico realmente sexy, musculoso, moreno, y guapo. 

Jorge acabó con el ordenador, se giró para avisar a Joanna. 

Después de decírselo, dió un repaso a la habitación. Miró los muebles de pasada, hizo un par de comentarios y ella abrió un cajón para pagarle.

Sacó la cartera y dejó el cajón abierto. Jorge se acercó y vio un vibrador de gran tamaño.

Ni corto ni perezoso, lo cogió cuando ella ni miraba.

Cuando Joanna levantó la mirada para darle los 30€, observó como aquel chico sostenía su vibrador con una sonrisa. Se puso roja como un tomate.

-No te preocupes... yo haré que no necesites esto nunca más.

Empujó a Joanna sobre su cama y ésta se dejó.

Se quitaron la ropa muy despacio, se deseaban. Ambos eran jóvenes, sexys, guapos,... ¿qué más se podía pedir? Él vio sus pezones erectos y se los metió a la boca.

Los presionó, los toqueteó y estrujó los pechos. Joanna arqueó la espalda de éxtasis. 

Jorge bajó la lengua hasta el sexo húmedo y ardiente de ella y movió su lengua en el clítoris de Joanna. Apretó su lengua contra el clítoris y ella soltó más jugos de placer.

Él los limpió con su lengua, la adentró en su interior saboreándola bien. Con cuidado, relajados...

Ella masajeaba el pelo de él mientras se comía su sexo. 

Joanna bajó y se abalanzó al pene de él. Lo succionó y lo chupó sin descanso. Se la metió toda a la boca, mientras masajeaba y acariciaba los huevos.

Él gruñía de placer, y ella sonreía apreciándolo.

Se sentó después encima del pene erecto de él, y le cabalgó. Él sólo podía subir y bajar la pelvis, y ella se movía, movía la cabeza, los brazos. Sonreía y gritaba como una perra en celo. Él tocó las tetas que botaban de ella y las amasó de nuevo. Ella tocaba su propio clítoris mientras él la penetraba.

Se la quitó de dentro y se puso a cuatro patas, mostrando la entrada de su ano.

-Eres muy juguetona, ¿verdad? -Dijo él.

Le abrió las nalgas y besó la puerta del ano. Tocó el sexo de ella para recoger sus jugos y lo restregó por su culo para que la entrada de su pene fuera menos dolorosa y más sencilla.

Él restregó su pene por el culo de ella, y lo metió con dificultad. Aún no se lo habían metido por ahí.

Ella primero se quejaba, pero luego se retorcía de placer.

Él acabó con un fuerte orgasmo y ella no tardó mucho tampoco. 

Jorge separó su pene del culo de ella y vio caer su semen. Lo limpió con la lengua y se tumbaron exhaustos. 


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