M, mi primera madura (V) - Arco de la condena (parte III)
Por PlumaLibre
Enviado el 18/09/2023, clasificado en Adultos / eróticos
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Habrá quien juzgue de impúdico este comportamiento, no puedo defenderlo y tampoco es de mi interés, pero no puedo quitarle el morbo presente en esas pequeñas acciones, las cuales instigaban en la mente de muchos en el salón y fuera de éste, la fantasía onanista de levantarle la falda a esa o alguna otra fémina y empotrarla contra una pizarra o simplemente un muro para luego, desgarrarle la ropa interior a punta de verga dura a ritmo parejo y sin contemplación.
Por mi parte, ahora tenía la posibilidad de darle castigo a M, no obstante; a razón de mi entontamiento previo con la maría o tal vez, que ella hacía de consuelo a la decepción académica, opté por ser más delicado, retiré su tanga con finura mientras con mi boca mordía al interior de sus muslos, el somero olor a la carne deseada se perfilaba entre el abundante perfume que se había aplicado; su coño, afeitado superficialmente, ya estaba a la vista. Ella se acomodó sobre la cama, seguía pellizcando sus pezones cómo lo hacía en el sofá, mientras, me miraba con cara de enferma sexual, yo por mi parte, le abría las piernas lentamente con mis manos.
- ¿Qué esperas? Preguntó M ansiosa, mirando de reojo la puerta.
«¿Se referirá a F y J? Demás que no tardan en llegar» pensé en mis adentros cuestionándome y cayendo en el error de responder a mí mismo preguntas cuya solución ha de ser compartida, mal hábito con el que sigo luchando a lo largo de los años. Ni lento ni perezoso paseé mi lengua por su vulva, la tonificada musculatura, fuerte de por sí, se encalambró con el contacto.
- ¡Oh si, que rico bebe! Exclamó M a viva voz, loca por el deseo, no la había escuchado así antes, no parecía real.
Mi lengua agitaba su ser, alternaba entre la vulva y sus nalgas que atacaba con fuertes mordidas, prolongando la tensión, saboreándola, poco a poco los labios de su coño se humedecían por la excitación; entonces M me tomó del cabello indicándome el camino a su sexo. De pronto, escuché un ligero y delicioso chapoteo, estaba muy mojada, su vagina estaba abierta y chorreaba parte de su ojete.
- ¡Subí a la cama pues! Quiero esa verga.
Me hice a un lado y quedé boca arriba, M se sentó en mi cara, que quedó cubierta por la falda, entonces la tomé por la cadera para que atendiese mi miembro; que estaba a media asta, ambos marcamos un poético sesenta y nueve, de no ser porque M estaba muy cachonda. Jugaba el mismo juego que yo, su lengua se paseaba por mi pubis y mis bolas lubricándolas con saliva mientras que estimulaba mi cipote, agarrándolo con firmeza en su mano. Mi cabeza estaba en medio de sus piernas; pude haberme quedado allí en medio viviendo un mes completo, lamía suavemente el coño, separando sus pétalos con delicadeza y buscando su clítoris.
- Este pedazo es mío ¿Verdad, amor? Dijo, haciendo resonar su voz por toda la habitación.
- Esta verga es toda tuya M; dije, medio ahogado entre sus piernas.
Esto le gustó, porque retomó la marcha muy animada metiendo mis huevos a su boca, ejerciendo una leve presión para aplastarlos entre su lengua y el paladar.
- Por Dios ¿Qué es esto? Dije extasiado por la sensación, M ángel guardián del deseo. Me sentía controlado por ella, por lo que intenté hacerle un ahogo con mi pierna; fue en vano por que se me adelantó al asterisco, el cual atacó con su boca, me quería meter la lengua en el culo.
El aire de la alcoba estaba saturado, el calor y el ruido la habían transformado en una jungla que nos acogía en el medio a M y a mí, ambos dándole parejo a la chupadita de nalga; me uní sin mente, puyando su maravilloso ojete en forma de U, perdí la cuenta de todos los gemidos que le saqué. De pronto M se retiró de golpe de encima.
- ¡ME VENGO, ME VENGO!
M yacía recostada al borde de la cama, con una sonrisa, empapada en sudor y cubriéndose las piernas con la falda mientras, yo la contemplaba con satisfacción, con mi pubis y objete bañados en su saliva, me disponía a rematarla; no obstante, un relámpago me atravesó la mente.
Mis ansías de poseer se calmaron repentinamente. Había dejado un asunto pendiente.
- ¿Has sabido algo del jardinero?
Continúa...
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