Empezar a arder

Lo sé, lo confieso: Arrastro errores del pasado, tejemanejes de intenciones humanas que con el tiempo... se volvieron ambiguos actos. Fallidos o no son todos míos.

Siento que tarde demasiado en entenderlo: un reproche sincero y constante no se diferencia en exceso de un castigo sin verdugo. De una muerte en ciernes mientras respiras.

No sé exactamente cómo empecé, coleccionaba heridas bañadas en odio visceral. Así un quemazón se expandía entre volátil energía. Ardía en llamas de ira entre una orilla de cenizas y un mar de fuego. Luchaba esta fuerza pasajera mientras se desintegraba antes de poder redimirnos.

Así viví mi propio infierno criogenizado, vagaba entre capas de destrucción que anidaban buscando mi ser olvidado. La piel quedó arrancada para vestirme de harapos, dolor y culpa.

En un paisaje moribundo crecía inerte un erial, hambriento de la mismísima nada. Solo el humo travieso viaje se cernía sobre los cielos oscuros y se atrevía a mirar arriba. Y yo... me refugiaba en el fuego antes de que empezar a arder fuera tarde.

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