Me vuelve a perseguir incansable su melodía… No sé lo que quiere exactamente de mí, pero a estas alturas ya no me importa. No queda nada del vértigo primerizo al conocernos. Simplemente sucede: Otra vez esa canción avanza por mi mente. Acaricia mi corazón con la facilidad de una amante aún hambrienta de caricias. Mientras su estribillo entra en espiral por mi mente. Se trata de un bucle que si quiero recorrer….al menos esta vez. Aunque suene extraño. Tal vez demasiado. Lo reconozco hoy me siento esclavo de la música, incluso acólito de esa canción venerada que aún está a veces por ver.
¿Cómo puede llenarme tanto esos sonidos?¿acaso ha podido llenar el silencio de algunas noches?¿ esas vibraciones apagadas que habitan en mí laten otra vez? Me siento un instrumento bajo una fuerza superior, aunque algo no «con-cuerda», ¿será el soplido que me golpea obligándome a mover la cabeza? A bailar. A sentir. A teñir entre tañidos tanto mi interior como mis entrañas. Esa canción me habla… como si escuchara cada uno de mis errores, así se ha vuelto cómplice incluso de mis aciertos.
En el pasado pensaba que el ritmo se me había negado, que la música era un idioma ancestral negado para mí muy a mi pesar… Y aunque hoy aún danzo con torpeza, como un pez arrojado a una corriente de aire, las canciones se han vuelto unas compañeras de baile fieles. No sé exactamente cómo lo hace… pero parece tener la suficiente paciencia y atención para todos. Es mágica. Casi perfecta. ¿Incluso divina?
No me extrañaría pues te ayuda a sentirte especial y te habla mientras tú le cantas. A tu manera. Aunque no tengas voz. Incluso sin hablar. Pese a que te imbuyas en preocupaciones silenciosas, dramas ardientes o lágrimas a punto de romper.
Sin duda, esa canción es una leal compañera capaz de transmutar el ambiente de vida y recuerdos. De unir a la gente con su magnetismo emocional. Nos inspira y nos recuerda el valor de expresarse libremente. Escribe en el pentagrama con el oficio de la existencia, dentro de ella me siento una nota musical, incorporada entre algo mucho más grande. Y simplemente mis latidos casi al unísono le acompañan… Tañen. Vibran.
Tal vez… en el fondo la vida es una canción por explorar. La combinación perfecta de un disco único. Una melodía que nunca se repetirá en la eternidad, pero rebelde se bate con el ritmo en su despertar. Ante todo estas certezas solo queda darle las gracias.
A veces me duele saber que nunca sabré quien le inspira a Ella, pero tal vez si lo supiera las musas de la música se rompería su hechizo. Y así egoísta «solo» rompería el concierto.
Ahora solo queda ponerme otra vez esa canción para pensar menos, atreverme a sentir y poder disfrutar un poquito más de su compañía. De esa melodía… donde deje un pedacito de mí en su melodía y a la que siempre vuelvo.
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