LA HISTORIA DE "FLORITA" 1

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No sé lo que me ha sucedido que de repente, de estar en un lugar húmedo con abundante vegetación donde siempre me regodeo a placer alguien, con toda seguridad unos gigantes de dos patas; peludos y de piel blanca, me han depositado en este recipiente lleno de agua.

La verdad es que mi nuevo habitáculo que se halla en un árido espacio al aire libre se me antoja pequeño por lo que tengo poco margen para moverme a mis anchas y no me siento demasiado cómoda en él. No obstante desde este miserable recinto se vislumbra una fracción de cielo azul cubierto de unas nubes blancas que son arrastradas por el viento.

Así que de vez en cuando asomo la cabeza al exterior y oteo con la mirada el entorno que me rodea y veo que éste no es tan grande como me parecía al principio. Sin embargo a pesar de las limitaciones de este habitat que no se puede comparar con el maravilloso sitio en el que vivía antes, que estaba junto a un ancho mar, es evidente que si quiero sobrevivir no tendré más remedio que adaptarme en el mismo. De manera que procuro familiarizarme lo mejor que puedo en este espacio, a la vez que exclamo para mis adentros:

"¡Que grato es el sol que con sus cálidos rayos bruñe la superficie del agua que hay en el recinto en el que estoy!"

¡Alarma! alguien viene! Vaya. Es uno de los gigantes peludos, de piel blanca que me ha traido aquí. De subito me entra un miedo cerval que recorre mi cuerpo entero porque no conozco sus intenciones; y su talante está fuera de mi comprensión. Lo más probable es que venga a devorarme como es natural; de la misma forma como yo también me zampo a menudo a los seres que son inferiores a mi. Es ley de vida.

 Debido a ello debo de ocultarme, sí... Y sin pensarlo dos veces oculto la cabeza dentro de mi verdadera "casa"; me encierro en mi misma con el propósito de engañar al gigante y que este me confunda con una piedra o algo semejante; y de ese modo me siento más segura.

Aunque no vea a este temible ente percibo su presencia y su respiración, mientras que yo no oso moverme para nada. ¿Qué me hará? Poco a poco al darme cuenta de que nada me sucede, decido sacar la cabeza de mi escondite no sin bastante cautela por el hecho imprevisible que me pueda ocurrir, y planto cara a la situación. Y veo que el gigante me observa con curiosidad. ¿Es que acaso él no ha visto nunca a una criatura como yo?

¡Cuidado! En estos momentos el gigante se inclina hacia mi y con una de sus extremidades me agarra y me levanta hasta el nivel de sus ojos. Ahora sí que estoy a sus expensas, y me veo impotente tanto ante su inconmensurable altura como por su gran poder físico. ¿Será por ventura mi creador? Si es así igual como me ha permitido vivir también me puede destruir

Pero el gigante da la impresión de que no tiene ningún deseo de hacerme daño alguno. Sólo emite unos raros sonidos con su boca que intuyo que este sea su modo de comunicarse con sus semejantes, puesto que yo no entiendo el signifiado de lo que expresa. Entonces me percato a tenor de su mirada y de sus gestos que el ente siente algo bueno por mi.

¡Y esto es algo insolito! ¡Es todo un descubrimiento que me desconcierta en grado sumo porque aprendo a discernir una actitud de otra; de lo bueno y de lo malo! No todo bicho viviente superior a mi tiene porque ser necesariamente destructivo. Lo más grande no siempre es sinónimo de peligro.

Mas a pesar de esta actitud benevolente del gigante, ésta sigue pareciéndome muy extraña. Pues en mi ámbito natural las criaturas más grandes suelen aprovecharse de los más pequeños y de los más vulnerables; y muchos de ellos invaden el habitat de estas pobres criaturas sobre todo cuando ellas mas confiadas están; o cuando dichos seres inferiores  son incapces de adaptarse a un nuevo medio ambiente. Es así como se mantiene el equilibrio de nuestra comunidad y de todos los seres vivos, que es en definitiva lo que a todos nos importa por igual. Por otra parte la mayoría de las criaturas de mi mundo se ven obigadas a desarrollar unas defensas o un camuflaje para proteger sus vidas de los peligros que les puedan acechar.

En otro orden yo sigo preguntándome: ¿Qué misteriosa Fuerza guía a este gigante de dos patas para que sea tan benevolente conmigo?

Seguidamente él me devuelve a mi habitáculo y me echa una sabrosa comida compuesta de maisco que yo la devoro con fruición.

                                                                     CONTINÚA


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