Del cielo a la tierra, hay un paso y Viceversa (1-1)
Siempre caminaba con la mirada hacia adelante. Nunca la veías triste, ni con la mirada perdida. Siempre decía mirando al cielo, ¿si tú puedes?, yo también. ¿Si tú lloras?, yo también. Pero no sucumbiré a las adversidades que la vida me tiene desina.
Le pusieron de nombre Martina. Peso 3 kilos 300. Nació con muy poco pelo, pero como era tan rubia, no se le notaba. Sus ojos eran grandes, verdes azulados. Dependiendo de cómo estaba el cielo, eran azules o verdes. Fue una niña muy llorona. Estuvo llorando tres meses. Su madre no sabía qué hacer con ella. La llevo al médico y este le dijo que era su naturaleza, que era una niña muy sana, pero le gustaba llorar.
Incluso la madre recuerda que un día estando escuchando las noticias. Ella y su marido, escucharon un llanto de un niño, percibiendo que se trataba de Martina, no habiendo nacido todavía. Aquel día fue la primera vez que lloro sin haber estado entre los humanos.
Un día que ya no podía mas, su madre se encontraba cansada, no dormía hacía mucho tiempo y no tenia descanso ninguno. Aburrida, decidió ponerla en lo alto de la lavadora haciendo el lavado y con el sonido y el movimiento, Martina en dos segundos dejo de llorar y se quedo profundamente dormida. Desde aquel día no volvió a llorar y todos pudieron dormir plácidamente.
Tuvo una niñez como cualquier otra de un niño de su edad. Era la tercera de 3 niños. Como era la más pequeña, solía hacer todo lo de sus hermanos. Jugaba a todos los juegos de niños, incluso le gustaba hacer travesuras como a sus hermanos. Hasta llegar el punto que un día su madre le dijo que se comportara como una señorita, pues al final Martina llego a ser la que más problemas le causaban a sus padres.
Era muy traviesa. Le gustaba saber el porqué de las cosas. No paraba de hacer preguntas hasta saber la razón de todo. Siempre decía, que todo tenía un porqué. Que todo era debido a algo y que no había nada sin valor en la vida.
Muchas veces de pequeña llamaban a su madre del colegió porque habían castigado a Martina. Sí no entendía algo o escuchaba algo que notaba que no tenía sentido, no dejaba de preguntar hasta poner al profesor en un aprieto. Terminando por mandarla al despacho del director un sinfín de veces.
Hizo la primera comunión, era cristiana, aunque no entendía por qué y como Dios se le presento a las personas para decirles lo que estaba bien o lo que estaba mal. Veía que muchas cosas de las que predicaban, chocaban con la definición de Libre Albedrio. Pero cada vez que pensaba, terminaba por acordarse de la fiesta, las amigas y los regalos. Terminando por sucumbir a sus pensamientos.
Un día que estaba en compañía de su madre se encontró con una gitana que mirándola fijamente le dijo a su madre;
--- ¿Puedo darle un abrazo a tu hija? Es muy especial en su interior.
--vale (le dijo un poco desconfiando)
La gitana la abrazo y en el oído le susurro.
--Ten fe. Tu vida es una prueba de fortaleza y fe.
Le dio las gracias a su madre por permitir abrazar a su hija y siguió su camino. Sin entender la madre que había ocurrido.
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