Del cielo a la tierra, hay un paso y Viceversa (1-4 Final)

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Martina entro en la tercera edad. Su hija la tenía como una reina. Su pelo siempre estaba de peluquería. Nunca se le veía una cana. Inés había conseguido restaurar la imagen de su madre. Pero nunca consiguió que su corazón volviera a latí, como antes. Martina se sentía muerta en vida.

Poco a poco fue perdiendo los recuerdos. Perdió el de su marido, el de su hijo y el de sus padres. Recordaba su casa, su ciudad, su país. No recordando su residencia actual. Un día se le escapo a sus nietos. Tuvo un flas de su hijo Irían, cuando lo acompañaba en el hospital, esperando su muerte.

Inés se volvió loca buscándola, hasta que una empleada que la reconoció, la llamo y esta salió corriendo en busca de su madre. Encontrándola en la sala de espera, a que un medico saliera a darle noticias de su amado hijo. Al final tuvo que buscarle una residencia para personas mayores. Donde la pudieran tener mas controla.

Martina todos los días se sentaba cerca de una puerta de salida, pero teniendo una ventana cerca, donde pudiera mirar al cielo. Todos los días alguien de su familia iba a verla. A veces su hija, otras su yerno que la quería muchísimo. Ya que el perdió a su madre con edad de 6 años y el cariño que Martina siempre le dio, siempre lo sintió como el de una madre, hacia su hijo.

Una vez por semana, sus nietos la visitaban. Querían con locura a su abuela. Su nieta le gustaba maquillarla y peinarla. Pero Martina ya no tenía ningún recuerdo de ellos. Cuando la sacaban de paseo, en el tiempo de visitas, siempre les decía su abuela. Tener cuidado con los espacios al aire libre. Uno no sabe cuando se tiene que esconder del enemigo.

Cuando la devolvían y se sentaba en la silla cerca de una entrada y una ventana. Le preguntaban sus cuidadoras;

--Martina ¿Por qué cerca de la puerta? siéntate en un sillón y ven a ver la tele.

-- No. Déjame aquí, por si tengo que esconderme. Que pueda escabullirme antes de que me cojan.

-- Martina ¿y la ventana? Ven estarás mejor en esta silla.

-- No, aquí puedo ver el cielo, mirarlo y hablarle.

-- Martina ¿tú le hablas al cielo, que le dices?

Martina miro a la auxiliar, con la mirada fija, señalando al cielo le contesto:

--Yo siempre le digo, cuando me siento triste, cuando me enfado con él, cuando quiero que sepa que no soy débil; ¿Si tú puedes?, yo también. ¿Si tú lloras?, yo también. Pero no sucumbiré a las adversidades que la vida me tiene desina.

 

                                                     FIN

 

 


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