La vieja ciudad

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Hubo una vez, una noche en la que soñé con una ciudad. Sus paredes, puertas y ventanas eran de un negro casi brillante. La entrada estaba custodiada por sendas estatuas de ónice, que parecían vigilar la entrada de los forasteros con cierto recelo. Aquellas estatuas, aunque familiares en mi mente, me despertaron una inquietud inocente.

Dejé atrás las estatuas, y un antiguo arco de piedra daba la bienvenida a la plaza central. Allí, de algún modo pude escuchar, las voces de gentes que vivieron hace siglos, pues la plaza estaba desierta, olvidada y en ruinas, solo era testigo de su vieja gloria, una luna vigilante y roja.

Deambule por las calles de la antigua ciudad, y una serie de vivencias, recuerdos y aromas, se volcaron en mi memoria como una cascada. Fue entonces cuando recordé su nombre. Estaba, en la ciudad negra de To Tokam.

El tiempo parecía pasar veloz en ese instante, y la roja luz de la luna, cayo sobre la ciudad en un suspiro. Las calles desiertas volvieron a llenarse de hombres y mujeres, los templos, majestuosos y solemnes volvieron a estar en pie y al fondo, alzada sobre toda otra construcción, vigilante, se erguía la gran pirámide flotante de Ak Tak Mon.

Mi mente viajó a través de la ciudad hasta la pirámide, y desde su cúspide, pude contemplar la ciudad en toda su extensión. La urbe abarcada todo el ancho y largo de mi campo visual, y templos, columnas y monumentos se alzaban imponentes sobre otras construcciones, y todo, parecía brillar de forma extraña y fantasmal, bajo el rojo sol del mediodía.

Fue entonces cuando el viento se levantó, y entonces fue cuando salí de la ensoñación que aquella visión, esplendida y majestuosa en la que la ciudad me había sumido, fue el susurró que trajo consigo, como si de una llamada se tratase y tal vez una advertencia.

Sea como fuera, ahora sé lo que será, y lo que una vez fue volverá a ser, pues las legiones de To Tokam se preparan de nuevo para invadir el plano de los sueños. Una advertencia, o una llamada. Oigo su voz, tan clara y afilada que siento como corta mi mente, y sólo aquellos fieles a Monarón, Tomek y Ar´Atik, serán testigos mudos de lo que será, pues la guerra, se alimenta de nuevo en la vieja ciudad.


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