MUSA (Dejaciones)

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Rizos de marfil 

plegados sobre sus perlados hombros.

Blanca

inmediata

quieta.

 

Tallada dedo a dedo,

palmo a palmo

hasta sus más preciadas cúspides.

 

Sus senos

pálidos y lisos

acostumbrados a las tinieblas

a la caricia de la llovizna

y al rayo que se dibuja en ellos,

en el fondo

sonoros y resonantes.

 

Cintura de agudos quejidos.

 

 

         El pájaro azul la habita.

Se anida en su corona de laurel

la única que permanece tibia,

no muere.

 

Musa

lánguida estremecida.

Fundida en un remanso de silencios,

con la mirada puesta en el cielo

y las manos extendidas

donde las aves se acicalan

y retozan los miedos.

Manos que retienen

las cálidas antorchas

que iluminan el valle de los muertos.

 

Cada noche

viene el hombre a mirarla

se incorpora en sus ojos de piedra

y bebe de su boca helada

los cantos más aguerridos y olvidados.

 

 

Prendido en sus piernas

duerme... duerme

la abraza

se hace blanco

y al amanecer

vuelve hacia la tumba.

(Los muertos también aman)

 

TOMADO DE: Dejaciones


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