LA NUEVA "GURÚ" 1

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Nos hallábamos un grupo de personas en torno a una larga mesa en la Biblioteca del Club Naútico de la localidad marítima en la que residimos para comentar un librito que había escrito sobre Crecimiento Personal una mujer de mediana edad; morena y de ojos chispeantes llamada Andrea Casas, mientras que los rayos del sol de media tarde que se filtraban a través de un ventanal de la sala me daban en pleno rostro deslumbrándome por completo.

- Cuando yo tenía treinta y tres años, era una mujer bastante infantil; muy insegura de mi misma; y me irritaba por todo; además era una maniática de la puntualidad - nos confesó Andrea en un suave y persuasivo tono de voz ya que se erigía como una guía espiritual en medio de los asistentes y que era seguida por algunas otras féminas cuales discípulas de sus enseñanzas-. Mi inestabilidad emocional yo la achacaba a una mala educación que había recibido de mis padres, que estaba basada en una rigidez de normas y en el reproche contínuo con el objeto de que yo fuera  un reflejo de mi madre. Hasta que un día conocí a alguien muy especial que me indicó un nuevo camino de superación personal que es el Reiki. En él aprendí  que nuestro ser está vinculado con un todo. Esto es. TODOS  estamos sincronizados los unos con los otros; con nuestro entorno, mediante algo tan esencial como es una energía suprema en la que va implícito un amor incondicional tanto a nosotros mismos como a los demás. Por tanto, si somos capaces de ver esto, nos damos cuenta que en la vida todo está bien.

Seguramente habrá lectores que se pregunten ¿qué es el Reiki? Se trata de una técnica de connotación oriental, que a juzgar por su enseñanza de distanciarse de las tensiones sociales para mantener la armonía interior y que es a su vez prima hermana del Estoicismo del filósofo Séneca y sobre todo de Epicteto quien también recomendaba no dejarse influir por los desagradables acontecimientos de su época, se centra fundamentalmente en canalizar y transmitir una energía vital a través de la imposición de manos en un sujeto con el fin de equilibrar los "chakras" del mismo que son unos álgidos canales por los que discurre nuestra energía para conseguir el bienestar en todos los sentidos; físico, mental, emocional y espiritual.

-... Así que haciendo uso de nuestra energía personal, cuando necesitamos que se materialicen nuestros más íntimos deseos, no tenemos más que confiar en que éstos se cumplirán y veremos como en un futuro cercano esto es así - prosiguió la nueva "gurú" muy optimista.

Al llegar a este punto no pude evitar de pensar que esta buena mujer pecaba de ingénua; su inicial infantilismo lejos de haberlo superado, ahora lo había encarrilado en aquella especial técnica puesto que todos sabemos que una inmensa mayoría de los acontecimientos que se producen en el mundo, muchos de ellos nefastos, no dependen de nosotros, sino que se deben a otras causas ajenas y muy poderosas. La naturaleza de las cosas sigue su ritmo, impertérrito de lo que a nosotros nos convenga o de lo que queramos.

Sin embargo algunos miembros del grupo asentían acerca de los principios de Andrea Casas como si de una "Piedra Filosofal" se tratara para resolver sus problemas personales.

- Bueno. Tú te refieres a lo que se llama el Pensamiento Oceánico con el amor incondicional a través de la Energía que abarca a un todo por igual - dije yo-. Ciertamente, todos somos chispas de la misma hoguera con diferentes formas y matices; todos tenemos un fundamento de energía cósmica compuesta por atómos y partículas subatómicas que posteriormente adquiere una dimensión biológica. Pues ya sabemos que la energía y la materia son dos caras de la misma moneda. Y no es lo mismo que este conocimiento lo aprendamos en un libro de Ciencia, a que dicho concepto lo asumamos  en nuestro fuero interior; con lo cual quien está en este principio tiene ante sí un antes y un después; y se percata de que las religiones y los mitos no son más que fruto de los sueños de una raza, de cada pueblo del planeta. Esto supone romper con una tradicional educación que se nos ha dado que viene de nuestros antepasados, por lo que hay que empezar de nuevo. Adquirir un nuevo modo de pensar.

- Sí... Tienes razón... - me respondió tímidamente Mercedes.

Por otra parte al fijarme en la vacilante actitud de las personas que había allí tuve conciencia que a pesar de congraciarse aparentemente con la enseñanza de aquella "gurú" nadie había asimilado nada. ¿Acaso aquella gente hacía comedia?

- Este Pensamiento Oceánico, no es nada nuevo - proseguí yo-. En el año 1920 del siglo pasado el psicoanalista austriaco Sigmund Freud ya se refirió en una de sus obras a este sentimiento. Claro que antes, este amor universal que valoraliza de una forma idealista a todos los seres humanos se enmarcaba en la Religión. Mas él rechazó tal sublime revelación. Para Freud, que era un escéptico, esta actitud humanista, no era más que una manera de compensarse de la carencia afectiva del padre familiar de un sujeto. Por ejemplo, como yo no he sido amado por mi familia, me inclino por un amor fraternal hacia la humanidad. Y no descarto su punto de vista. A veces hay que bajar de las nubes y ver de cerca lo que nos ocurre que suele ser más prosaico, más simple de lo que nos imaginamos.

- ¿Qué quieres decir con esto? - me inquirió Andrea un poco desafiante.

- Sencillamente, que este Pensamiento Oceánico es sólo un principio; un punto de partida en nuestra existencia porque de hecho yo no veo que en esta vida todo esté tan bien. La verdad es que estamos fatal - solté yo sin concesiones. No hay más que ver lo que pasa a nuestro alrededor. 

                                                                  CONTINÚA


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