“¡Levántate y anda…!” –le dijo;
y aún camina el hombrecillo
sordo con su ceguera,
ciego con su mudez,
mudo con su sordera,
a la espera de una orden
que le indique la vereda
Muerte en vida…
Vida en muerte…
Bendita sea la suerte
de quien le cree y le crea
si es posible en esta tierra;
al fin y al cabo es el hombre
el que se gana correas
de atarse al cuello las rejas
de tenebrosas tinieblas
¡Mira con la mirada,
oye con los oídos,
habla con las palabras…!
Algo que te ha formado
plasmó en el arrugado libro
de sus misteriosos designios
para leerla en voz alta
una orden muy sencilla
para todos los destinos:
“¡Hombre… levántate y anda!”
¿No entiendes…?
¡No te quedes ahí varado
esperando la Guadaña…!
¡Camina…! ¡Camina…!
Vida en muerte…
Muerte en vida…
¡Mil vítores y bendiciones
a quien en su camino atina!
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