Con Leonel y su esposa Parte 13

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He cogido con muchas mujeres (y hombres) pero aparte de mi esposa Victoria nunca había estado con una mujer tan morbosa como Dinora estaba en ese momento. Se veía que la lujuria la inundaba. Sus ojos, su respiración, la forma como me tocaba y metía mano, sus pezones parados, saliva brillando en sus labios y ya había sentido cómo había empapado su calzón con el jugo que destilaba su pusa... y para mejorar la situación, empecé a sentir el olor a hembra caliente y deseosa de sexo. El olor era tal y como me lo describió Victoria. Fuerte, muy agradable, profundo. El olor de la pusa de Dinora era prácticamente igual al de mi esposa... y eso me fascinó.

Como estaba parado al lado de la cama, desnudo, Dinora se acercó a mí con pasos felinos y sentí como que yo era la próxima víctima de una depredadora (lo que debe sentir un ciervo antes de ser atacado por una tigresa). Me dio casi risa y me pareció muy cómico pensar que ella me iba a "violar". Y más o menos así era. Y yo, con todo placer seguí dejando que ella hiciera conmigo lo que quisiera. Quería que ella tuviera un placer como nunca lo tuvo y que quedara enganchada por coger conmigo, como quedó al coger con mi esposa.

Dinora me empujó sobre la cama. Me acomodé lo mejor que pude y que ella me dejó, porque inmediatamente se tiró sobre mi cuerpo y sus manos volaban por toda mi piel. En un momento sentía que me pellizcaba los pezones o me jalaba los pelos del pecho o de las axilas, y al siguiente sus manos estaban estrujando mi pelo púbico, agarrando mi verga (no con suavidad sino con desesperación) o mis huevos... y casi que me hizo saltar cuando llevó una mano bajo mis nalgas y la metió hasta llegar con sus dedos a mi ano... y primero me lo acarició y sintió los pelos y las arrugas... y empezó a tratar de meterme un dedo. Y como le costaba, se llevó los dedos a la boca, los chupó y llenó de saliva y regresó a tocar mi culo. Y ahora sí, logró meterme dos dedos hasta el fondo y los sentía moverse dentro de mi recto. Era delicioso. Me encantaba esta nueva actitud de una mujer conmigo. Y no es que me sintiera sometido o humillado por lo que hacía, al contrario. Yo seguía tocando lo que podía de su cuerpo y sólo me dejé llevar por el placer que ella me daba con su comportamiento. Y es que era una prueba del tipo de mujer que sería con Victoria y conmigo... y que nuestra historia continuaría por mucho tiempo.

Dinora se levantó un poco y rápidamente se quitó la ropa y la tiró lejos de la cama. Y allí quedó, completamente desnuda la esposa de nuestro amigo y amante. En pocos minutos sucedería lo que tanto deseábamos todos. Que mi verga entrara en la pusa de Dinora y que con mi semen selláramos la amistad y amantazgo entre los cuatro (Seguro que en el otro cuarto del motel, Victoria y Leonel se estaban revolcando como animales... que es como nos gusta).

Por unos segundos ella se exhibió frente a mí, posando toda su desnudez, moviéndose provocadoramente... y por primera vez vi en ella un sentimiento de estar "orgullosa" de su cuerpo y de la forma como actuaba conmigo. Era una mujer que acepta su sexualidad sin límites y está con el hombre que ella desea en ese momento. Tomando la dirección de la cogida. Era fascinante coger con una mujer como esta. Prácticamente igual a mi esposa, pero al mismo tiempo muy diferente. Coger con Dinora y Victoria (y mejor si al mismo tiempo) sería la situación ideal y el paraíso para cualquier hombre (y seguro que esos hombres seríamos Leonel y yo... y ojalá que muchos más).

Se acercó junto a mí, sin dejar de mover ni de acariciar su cuerpo. Caricias para darse placer ella misma pero al mismo tiempo para que yo no tuviera dudas de que ella estaba muy caliente... y que me deseaba. Que necesitaba mi verga. Que necesitaba que yo, un hombre que no era su esposo, me la cogiera y la hiciera sentir, más que mujer, una puta. Y sin decir nada se sentó sobre mi pubis, y levantando un poco el de ella, agarró mi verga y se la empezó a sobar por afuera de sus labios vaginales, llenándome de su líquido. Mi verga estaba durísima y brillando con el precum que yo sacaba y el que ella sacaba y con el que me embadurnaba la pija.

Dinora no resistió mucho la sobada de verga en su pusa. Abrió las piernas y se dejó caer en mi verga. De un sentón se la metió hasta el fondo. Abrió los ojos muchísimo y la boca y parecía que el aire no le entraba... dio un gemido... como mezcla de placer y de un dolor delicioso. Y cuando mis pelos púbicos estaban cubriendo sus labios vaginales, ella sonrió y se empezó a reír... una risa de placer... de haber logrado algo muy importante en su vida... una risa de mujer que sabe que es mujer y que el hombre a quien se coge, se da cuenta de su realidad como mujer. Al fin. Dinora tenía mi verga dentro de su pusa. Al fin tenía la verga de otro hombre que no fuera su marido, dentro de su coño. Parecía irreal, ella desnuda, sentada sobre la verga de un hombre desnudo. Al fin tenía una verga, que aunque muy parecida a la de su esposo (principalmente porque yo estoy circuncidado y el no) no era la misma. Era una verga "prohibida".

Dinora se empezó a mover poco a poco. Estaba gozando la sensación de tener mi verga dentro de ella. Empezó a rotar sus caderas y yo sentía (y veía desde mi perspectiva, que sus labios vaginales eran enormes y largos y salidos como me contó Victoria... y que su clítoris estaba parado y la punta era la de un glande, con el mismo color y textura de piel) que ella se movía de forma que su clítoris rosara con mis pelos y mi piel. Así que no sólo sentía placer por mi verga dentro de su pusa sino que también porque ella se "pajeaba" el clítoris contra la piel y pelos de mi pubis.

Después de estar rotando su pelvis por algunos minutos, empezó a subir y bajar su pusa. Mi verga empezó a entrar y salir de su coño. Dinora hacía movimientos verticales y horizontales y algunos movimientos eran irregulares y casi descontrolados, así era el placer que ella sentía y yo me di cuenta que se movía de forma que seguía el ritmo, la velocidad y el punto que ella quería estimular. Por supuesto me di cuenta que a ella en ese momento sólo le importaba su placer, no el mío. Y no me importó. No me sentía usado sino muy "útil" en que ella tuviera el máximo placer posible. Sabía que yo era un "instrumento" sexual para ella en ese momento. Y eso estaba bien.

Continuará...


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