Más allá de Ganímides...

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Año 12.567 d.C.

Biblioteca Universal. Sección Historia del Hombre.

Estado Unificado de Paneurasia.

Extraído de un prehistórico incunable.

Año 2.323 d.C. Contenido parcial de un artículo cuya supuesta autoría se atribuye a Tito Cuartus, periodista, historiador, politólogo y penúltimo dictador del Imperio Caucásico. Traducción aproximada de un antiguo y ya desaparecido subidioma indoeuropeo:

«… Mister Primus no era un vampiro en el sentido más estricto de la palabra. No era un “chupasangres” al uso, tan solo vampirizaba a sus víctimas con sus ideas; les inculcaba constantemente axiomas y consejos gratuitos, como aquellos vetustos de que “Hacienda somos todos”, “Papá, usa el tren” o “Si bebes, no conduzcas”, por poner algunos pequeños ejemplos. Después, ante tu propia cara, hacía de su capa un sayo y la hacienda era para él en exclusiva, usaba lujosos Mercedes blindados y conducía a 200 Km/hora más “mamado” que una esponja.

Pero, claro, era Mr. Primus.

Mister Primus usó todos los medios posibles para lograr la servil actitud de los que después serían sus más fieles acólitos; y lo hizo siempre con un sentido muy personalista. La mayoría de la prensa, la radio y la televisión, temerosos de no entrar en el reparto de la jugosa tarta, se alinearon con él apoyando sus propósitos; y, así, de esta forma, fueron legión los que sucumbieron y acabaron vistiendo sus hábitos para seguir su estandarte en única y verdadera religión.

Como se habrá imaginado el amable y vampirizado lector, después de estas laboriosas operaciones de mercadotecnia (pagadas -eso sí- con el dinero de sus propias víctimas), a Mr. Primus no le costaba mucho trabajo absorber la sangre de sus conversos devotos.

No, no es preciso imaginárselo como el típico vampiro de las películas que de joven (o ya más maduros) vieron nuestros trastatarabuelos en sus antiguos cines de barrio; éste no usaba capa negra, carecía de esos largos colmillos y tampoco le hacía falta salir por las noches en busca de inocentes víctimas. Ni tan siquiera dormir en un vetusto ataúd de carcomida madera con tierra de Transilvania. No es de extrañar; él no era un vampiro “al uso” y tenía sus propios métodos de alimentación asistida, sin dolor físico. Jamás hincó sus dientes en arterias importantes porque ello hubiera supuesto la muerte cerebral del parasitado y después sería muy costoso su mantenimiento; siempre tenía al suministrador en “stand-by”, y así la nutritiva succión estaba siempre a su disposición sin grandes costes financieros.

Pero después de muchos años ocurrió que un “suministrador” rebelde, Mr. Secundus, se alzó contra él y levantó a todos sus seguidores contra sus esclavizantes axiomas; y de esta rebelión surgió todo un ejército de libertos vampirizados que pasaron a rendir eterna pleitesía al nuevo líder.

Secundus juró por su vida y honor que nunca jamás se volvería a vampirizar ni engañar al pueblo, y su primera medida fue prohibir todos los medios de comunicación existentes, desde la emisora de radio más pequeña hasta el semanal menos influyente, evitando con ello la tóxica información que emitían todos ellos. Y, en segundo lugar, instaurando un régimen fiscal justo y sin desniveles.

Sin embargo, amigo mío, los tiempos cambian…

Y más las personas. 

Algunos no se dieron cuenta al principio, pero, una vez alcanzado el poder, y después de ciertas dudas iniciales, Mr. Secundus acabó por gustarle el salobre sabor por recaudar el sudor de sus prójimos a costa de utilizar otra idea no menos subyugante y vampírica: introdujo el miedo, la represión y la convicción de que la fuerza era el verdadero y único poder.

Bajo estas premisas, pues, trazó su plan. Primero diezmó la población con matanzas y terribles hambrunas, para que sirviera de ejemplo. Niños, ancianos e indefensas mujeres fueron sus primeras víctimas. Después, bajo el fuego del fusil, fueron cayendo aquellos pocos que podían suponer un “riesgo” grave para el sistema. No le hizo falta construir cárceles ni cementerios; tan solo los necesitaba "no pensantes" y que sus cerebros se pudrieran en el mismo sitio en que cayeran para así alimentar la tierra sin necesidad de echar mano de los temidos y tóxicos nitratos químicos. Como se puede deducir, era un fiel defensor de la agricultura ecológica, y no se negará que el sistema era realmente limpio y barato.

Pero, amigo mío… Quiso el paso del tiempo que de entre sus más fieros defensores surgiera un redentor, Mr. Tertius, quien (tras convencer a lo más granado de su guardia pretoriana) urdió la traición y expulsó al dictador de su cómoda poltrona. Era un verdadero valiente, y he de decir que fue él quien personalmente ejecutó la sentencia de muerte de aquel indecente caudillo cortando su cuello de un solo tajo con el quebrado filo de una antiquísima botella de Cuca-Cula, en honor al resurgimiento de una nueva era de progreso y consumismo.

Bueno… Pues, como decía, Tertius se erigió en el nuevo estandarte de un pueblo oprimido, débil y sin aliento. Pensó que lo mejor era reponer la prensa, la radio y la televisión; medios de comunicación, como se comprenderá, totalmente olvidados después de tantísimos años de oscurantismo y desinformación, y facilitó con ello a todos los ciudadanos estar informados y, además, la posibilidad de adquirir bienes y disfrutar de un estado de bienestar fecundo y apacible.

Pasó cierto tiempo en este estado ideal de socialidad…

Pero no todo iba a ser felicidad; y ocurrió una desgracia que hizo cambiar radicalmente el carácter de Tertius. En un viaje a los Cárpatos, con ocasión de asistir a una cacería del oso pardo organizada por uno de sus magnates amigos en honor a su cuadragésimo tercer cumpleaños, fue mordido por un extraño bichejo que le inoculó un virus muy letal: el de la avaricia y las ansias de poder omnímodo. Y así pasó que a los pocos días enfermó de unas extrañas fiebres llevándole a una fatal decisión: decidió colonizar de nuevo las mentes aborregadas de su muy amado pueblo.

Bueno; me presento, quiero dejar mi impronta a la posteridad: me llamo Tito Cuartus y estoy pensando en derrocar a Tertius; se ha convertido en algo inadmisible y habrá que romper su ley marcial. El pueblo debe ser liberado de este dictador… Y, de paso,  librarnos también del exceso de gentes que contamina el planeta y lo hace imposible de sostener…»

-¡Vaya…! Dicen que lo malo es lo único que se retroalimenta y se repite en el tiempo…! -exclamó con su voz metálica la I.A. haciendo parpadear su pantalla virtual con explosivas mezclas de colores en señal de sorpresa.

-"Mmmm… Es posible…" -se dijo Tito Noningentésimus, militar galáctico y  Presidente Supremo de la Gran Paneurasia, cerrando pensativo la terminal de la unidad lectora… "Quizás ha llegado el momento... -pensó-... Creo que mi Panpresidencia ya  se ha quedado algo pequeña, no colma debidamente mis ardorosos deseos de servir a mis ciudadanos…", llevando su mirada más allá de Ganímides en su terminal galáctico...


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