ANTON FERRAN, NACIDO CONTRA EL MUNDO. Segunda parte de Antón Pirulero.

( Habíamos quedado en que, misteriosamente, nuestro protagonista se había visto asediado desde la infancia por un sujeto que aparecía, repentinamente, cualesquiera que fueran los pasos dados por el héroe de estas historias).

En aquel mundo de sinapistas, Antón Ferrán, sólo tenía la alternativa de la sindicación. Así fue cómo entró en la C.G.T., por puro afán de supervivencia. Pero la ley, según el abogado del sindicato, es decir, el Estatuto de los Trabajadores, no decía en ningún apartado que los motejamientos cariñosos no se pudieran permitir. Y allí tenías a Aragón, que lo perseguía como una sombra desde los tiempos de la E.G.B.

Algo se podía vislumbrar en relación con los "tratos denigrantes", pero a ver cómo le explicabas al magistrado de Trabajo, que, desde poco después de su nacimiento, alguien, misteriosamente, se empeñaba en hacerle la vida difícil, como articulado por una conspiración hacia su persona, y, por tanto, en su contra. Lo hubieran tachado de paranoico, pues el Estatuto, tampoco decía nada sobre el "destino", ni la Ley, en general, tenía en cuenta consideración alguna sobre lo que podríamos llamar "fatum fatal", como objeto de protección en relación con determinados individuos. No se podía hacer una excepción con todos los "antónferranes" de este mundo. La limitación protocolaria lo impedía. Para Antón, sin embargo, no era una cuestión de utilidad, pero, como sospechara también, que nadie era el ombligo del mundo, se limitaba a aplicarse a sí mismo la categoría de garbanzo negro u oveja del mismo color como si en el juego de la existencia le hubiera tocado "cuatros y cincos", para defenderse en aquel tute cruel que era la vida, sin posibilidad alguna de protesta.