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No es fácil entregarlas, esas sonrisas puras cuando a un ser querido le va bien. Una celebración sincera es escasa ante tanta marea de egoísmo… Son malos tiempos para la alegría inmaculada, sin fisuras de envidia que tan rápido van y vienen, dejando relaciones quebradizas, pero que no terminan pese a todo de romper. ¿Será porque el miedo de una compañía hueca es menor que el riesgo de explorar a conciencia la soledad?
Si alguien se alegra más que tú por un logro tuyo, regálale una de esas miradas de ojos y corazones abiertos, de esos que conectan un «no sé que….» en el alma . Y recuerda la gente no es idiota, en un mundo de trampantojos se nota enseguida la desilusión en los ojos, es un lenguaje tan común que dan ganas de llorar.
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