Otras experiencias swinger, buenas y malas Parte 5

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Mi esposa Victoria cogiendo con Diego. Justo a nuestro lado. Y cuando Carla vio que su marido le empezaba a llenar de semen la pusa a mi mujer, ella también empezó a venirse con un orgasmo enorme... que disparó el mío. Yo le magreaba las tetas a Carla y me fascinaba ver cómo ella hacía lo mismo con los pechos de Victoria. Diego agarraba a mi mujer por las caderas y empujaba las de él para meter todo lo que pudiera su verga en el coño de mi esposa. Los cuatro gemíamos, gritábamos de placer, pero Victoria era la más ruidosa y también gritaba todas las soecidades que yo sé que la ponen más caliente cuando coge y se viene.

Cuando nuestros orgasmos bajaron en intensidad también lo hicieron los empujones de verga en sus pusas. Hasta que nos quedamos sin movernos, pero las vergas siguieron dentro de sus vaginas. El olor a pusa mojada y a semen ya inundaba el cuarto. Diego se quedó en la espalda de mi mujer, abrazándola y acariciando sus tetas, pezones y jalando los pelos de sus axilas. Y yo me quedé en esa deliciosa cucharita, moviendo lentamente mi verga dentro de la vagina de Carla y sintiendo cómo mi semen resbalaba dentro de su útero y por sus labios vaginales. Le agarré las tetas y los pezones (pero no pude jalar los pelos de sus axilas, como hacía Diego con mi mujer, porque Carla estaba rasurada... pero algunos meses más tarde sí pude hacerlo porque le creció mucho pelo, grueso, negro, sudado y oloroso. Delicioso).

Victoria como pudo se acercó a Carla y primero le acarició las mejillas y fue bajando sus manos por su cara, su cuello y llegó a sus pechos. Agarró el que estaba libre (porque yo magreaba el otro) y empezó a jalar sus pezones y a sentir todo el volumen de las tetas grandes de Carla. Piel rosada y muy suave... y sus pechos estaban recubiertos por una capa de pelusa... igual que su estómago y sus nalgas. Yo inmediatamente supe que mi mujer seguía muy caliente y que el turno de coger sería con Carla. Victoria no sólo es multiorgásmica, sino que puede tener un orgasmo tras otro o continuar cogiendo aún después de venirse varias veces. Así que, conociéndola, no me extrañó que quisiera que no paráramos sino seguir y seguir hasta quedar exhaustos. Después de acariciar y apretar las tetas de Carla, su mano siguió el viaje por el abdomen y llegó a su pelo púbico y por unos minutos se entretuvo sobando y jalando la mata de pelos (yo adoré ver la mano de piel blanca metida en ese arbusto de pelos negros)... y fue bajando sus dedos entre el pubis hasta llegar a tocar los labios vaginales y clítoris de Carla... e incluso por un rato acarició su pusa y mi verga que aún estaba metida, aunque ya la tenía aguada y chiquita. Las caricias surtieron efecto y Carla también le hizo el mismo recorrido con su mano, al cuerpo de mi mujer. Las dos abrieron sus piernas y levantaron una para dejar completo acceso a la mano de la otra... y la vista era perfecta. Los dedos de mi mujer entrando en la pusa de Carla y los de ella en la de Victoria. Y así vi que Diego seguía también con su verga dentro del coño de mi esposa.

Victoria acercó su cara a la de Carla y por unos minutos quedaron con las bocas a punto de tocarse... y sentían el aliento caliente (y oliendo a sexo por toda la actividad que ya habíamos tenido en la sala)... y no recuerdo quién fue la primera en sacar su lengua, pero de repente Diego y yo éramos testigos de una batalla de lenguas chorreando saliva... Era un "beso" salvaje... sin labios sino sólo las lenguas. Rosadas, empapadas, apestosas a sexo, ligosas de saliva. Algo delicioso de ver y seguro para ellas era maravilloso. Después de unos minutos en esa lucha mojada de lenguas, unieron sus labios y parecía algo violento... cada una trataba de meter más la lengua dentro de la boca de la otra... y la mano que tenían en la pusa de la otra, se movía alocadamente.

Y en un momento que dejó como sorprendida a Carla, mi mujer rompió el beso. Se le quedó mirando fijamente a Carla y después se movió para bajar su cabeza al pecho de nuestra nueva amiga y empezar a mamar sus tetas y pezones. Victoria los mordía y jalaba con sus dientes y los succionaba como queriendo sacar todo lo que hubiera en el interior de esos globos deliciosos. Carla gemía y se movía como con espasmos incontrolables. Así que yo saqué mi verga de su pusa porque sabía que sería lo siguiente que haría mi esposa. Le dejé el espacio libre para que gozara con esa pusa que tanto placer me acababa de dar y que, como prueba de ello, estaba llena de mi semen (además, aunque me moría de ganas de mamar la pusa de mi esposa y chupar el semen que Diego le había metido, no lo hice. Quise que ellas se mamaran y sintieran el semen de sus pusas. Y así fue. Poco a poco Victoria siguió bajando su lengua por todo el abdomen de Carla y llegó a su pubis... le abrió las piernas lo más que pudo y metió su cabeza, aspirando ese perfume sexual, mezcla de pusa y semen. Mi semen. Y empezó una mamada fenomenal y metiendo todo lo que podía la lengua en el coño de Carla, también un dedo en su culo.

Victoria se dio la vuelta y pude ver perfectamente que la verga de Diego salió de su pusa y que gotas de semen caían en su muslo y su glande seguía muy rojo y grande... y me encantó y las ganas incontrolables de mamarle la pija me dieron un gran escalofrío. Victoria se puso en 69 con Carla y las dos empezaron a mamarse. El ruido de sus lenguas era casi ensordecedor y se agitaban y trataban de tener el mayor contacto entre sus pusas y la lengua de la otra.

Yo sabía que Diego no había tenido prácticamente ninguna oportunidad de ver a su mujer cogiendo así con otra mujer y que era de sus principales fantasías; y como yo sí veía muchas veces a Victoria así, decidí que dejaría que él disfrutara del show de su mujer y la mía. Perfectas lesbianas calientes. Así que me coloqué atrás de Diego, para poder acariciar todo su cuerpo sin estorbar el espectáculo. Me dediqué a tocarlo, olerlo, besarlo y chuparlo sin límites, en su espalda, nalgas, piernas, huevos, culo y verga. Y aunque la pija la tenía chiquita, fue deliciosa de tocar, besar y metérmela en la boca. Aguadita y arrugada, pero profundamente olorosa a pusa y semen y el sabor delicioso.

Al mismo tiempo que Carla y mi mujer subían la intensidad de su cogida y mamada, yo le chupaba la verguita a Diego... y pronto me fue evidente que estaba teniendo efecto. Su verga empezó a sentirse más sólida en mi boca...

Continuará...


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