Etiquetado. Así vivo. Tengo un código que casi nadie entiende. Tal vez algún genio o la administración pública -inspirada en codificar las personas y todo lo que puede- lo pueda entender… Pero yo ya no. A veces siento que da igual lo que escriba, lea o muestre en mi interior. Lo único que importa es el exterior. El imperio de la estética. La esclavitud de la primera frase y la apariencia. Maquillo así mi portada. Ese primer vistazo. Siempre una vez… mientras por dentro vario y soy cada vez diferente. Aún intento respetar mi esencia…. Me apasiona la vida, pero a veces me siento cansado de mi existencia. De las coordenadas registradas entre mis etiquetas.
Entre lo que se dice de mí, la mayoría ni me conocen, porque mi portada no acompaña. Aún así hablan. Incluso critican, vician y congratulan. Creen que no les escucho desde mi rinconcito. Pero sí…. Soy sensible y grito en silencio. Muchas veces. Quizás demasiadas. Ese eco retumba luego mi corazón. Me gustaría ser más glamuroso, pero «juego» con lo que tengo…
En fin, nadie dijo que la vida de un libro cualquiera en la biblioteca pública de un tercer piso perdido en mitad de una ciudad pequeña… fuera a ser fácil. A veces anhelo salir de mi escondite, arrancarme la cicatriz número y jugar de verdad con las letras que anidan, casi olvidadas, en mi interior.
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