AINHOA (Desatando el nudo 1-3)
Nunca había visto Ainhoa un animal tan perfecto y con un aire de majestuosidad al levantar sus patas y moverlas con pasos cortos, sin separarse de otro potrillo negro que se encontraba a su lado.
Todos los demás caballos se notaban que lo respetaban. Al lado del unicornio se encontraba un pequeño potrillo, donde se notaba perfectamente que de adulto, se convertiría en un unicornio de color negro, con un pelaje en abundancia, incluso más que el blanco.
Ainhoa quería montarlo y salir a galope. Deseaba sentir en sus propias carnes lo que era correr a la velocidad del viento y que la brisa te acariciara las mejillas. El unicornio como que presintió la presencia de Ainhoa y su abuela, acercándose a ellas, acacho la cabeza, poniendo las patas delanteras de rodillas para que la joven lo montara, saliendo a galope. Mediante una conexión telepática le dijo que cerrara los ojos, sintiera la brisa del viento y escuchara todos los sonidos del bosque.
El animal la llevo a lo alto de un monte, hizo lo que le pidió escuchando a lo lejos un llanto de un ser, notándose que había perdido una gran pérdida. Lloraba sin poder encontrar algo que la consolara. Abrió los ojos, miro al unicornio y acercándose le pregunto;
--He sentido un dolor muy grande, de una gran pérdida, ¿Qué era eso? , ¿Parecía tan real?
--¿No te reconoces? Eres tú, y la pérdida de tu abuela. El ser humano está lleno de contradicciones y sentimientos., ¡agárrate, voy a enseñarte algo!
Se trataba de un gorila teniendo a su cría. Algo no iba bien. Su abuela estaba con la gorila y unos nomos. Ainhoa bajo del unicornio acercándose a la gorila y su abuela. Ainhoa se puso a ayudar a su abuela en el parto. Al poco tiempo nacieron dos crías, una muerta, otra viva al instante que la mama gorila también moría.
Ainhoa vio, como mientras la gorila se iba apagando, acariciaba lentamente a la cría viva, en el mismo momento que miraba, a los nomos, como a ellas, con lágrimas en los ojos. Notando perfectamente que su bebe se quedaría solo. Su abuela agarro la cría sin vida y se la puso en un brazo y en el otro le puso la cría viva.
La gorila beso a la que estaba viva y como si llorara con unos sonidos como si fueran gruñidos flojos, miro a la abuela y se la dio, en el momento que abrazaba a la que se encontraba muerta, cerrando los ojos en ese preciso momento, dando su último suspiro y el fin de su existencia.
Ainhoa sintió el dolor de la perdida. Vivió acompañando al bebe la pérdida de su madre y hermano. Eran animales, pero nunca había presenciado una pérdida de otro ser, involucrándose tan dentro de la escena.
Por primera vez reconoció que no se puede separar la vida de la muerte. El nacer de morir. Que todo era una rueda y que todo ser, tenía un principio y un final, por mucho que duela, comprendió que nada era eterno. Y que toda perdida, iba unido a un duelo, el cual era inevitable padecerlo. Abrazo a su abuela, la beso y moviendo los labios, le dio las gracias, quedándose las dos observando a la cría, que parecía se había quedado dormida.
Mientras pasaba todos esos pensamientos por su mente, no muy lejos de ellos, se encontraban unas ardillas jugando, como si se encontraran separadas del mundo. Como si solo estuvieran ellas dos solas en el bosque, como si el mundo desapareciera de ellas. Se notaba perfectamente que estaban en un proceso de cortejo y apareamiento.
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