Orientó su mirada hacia el extraño andén
y acabó ruborizado...
¡todos estaban desnudos, sin una mala maleta!
Unos blancos, otros negros,
algunos entreverados, muchos matices en tez,
pero todos muy humanos en su propia desnudez
Un tronco, una sola cabeza
con dos brazos y dos pies;
ellos con el colgajo, ellas contentas sin él
Mas notó que todos iban tan desnudos como él
y, avergonzado, pensó en pasar por taquilla
y abandonar ese andén
Dicho y hecho…
Pero… la encontró cerrada; y al cabo de dos segundos
el tren comenzó a silbar anunciando la llamada
a su particular cuartel y su inminente partida
Abrió el arrugado billete
que llevaba entre las manos,
leyendo con impaciencia y cierto temor insano:
“Infierno-Tierra.
(Sin apeaderos. Ida y vuelta).
Ciento treinta en este tren”
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