Nuestra diferencia cultural nos separaba, pero al mismo tiempo nos unía. Cuando me habló, por vez primera, de Camus, creí que estaba hablando de un tipo de cama. Ella había llegado al doctorado en la Universidad, y yo sólo a jefe de obra- en la empresa en que había empezado a trabajar a los quince años, justo al salir de la escuela.
Por aquel tiempo, sin embargo, un jefe de obra cobraba, entre pitos y flautas- que yo llamaba a los complementos salariales que venían en la nómina bajo oscuros conceptos- lo mismo que ella; pero, a diferencia, a mí, Camus no me decía nada. Menos mal que en la "camus" nos compenetrábamos, pero yo sólo sabía de forjas y encofrados. Era el especialista de la empresa. Tampoco le iba a andar hablando de morteros, ni de mezclas para cimientos y forjados que era de lo que uno entendía. Habíamos ideado el término medio de hacernos aficionados al séptimo arte- que no era literatura, pero se basaba en ella, y, también, como mis obras, se basaban en un proyecto constructivo y edificatorio paracido a una obra. De hecho- las películas- también eran conocidas como obras. Eso sí, departir con sus amigos me repateaba. Yo creo que lo hacían aposta, poniéndose pedantes a propósito. De no ser por gozar de cierto predicamento entre sus señoras, aquellas reuniones hubieran acabado mal, e incluso con la nuestra propia.
Pero, lo que vengo a contar está relacionado sólo tangencialmente- palabra que he aprendido de aquellas reuniones tan eruditas- con el asunto. De resultas de su éxito profesional, ahora, me la quieren madar a Europa.
Allí también construyen- me dice.Y enfrascado me tiene, refrescando los escasos conocimientos de francés de la escuela. Pues resulta que lo he consultado en la empresa- con sucursales en toda Europa- y ven factible el traslado. De paso, me estoy empezando a leer El Extranjero, para ir abriendo boca.
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