En los pies de un cráter del volcán llamado Tupungato (ubicado en la Cordillera de los Alpes, en la frontera entre Argentina y Chile), apareció un cuerpo muerto de un joven. Tendría 20 años, tenía una melena, por los hombros. Pelo liso y color raro, diferente de los colores tradicionales en las personas. Pensando que podría ser tintado, pues empezaba desde la raíz negro, para terminar aclarando los tonos hasta llegar a azul cielo.
Se trataba de una muerte sin precedentes, fuera de lo común. Sin ningún inicio o señales de enfrentamientos con nadie. No tenía ningún orificio de disparos, ni entradas de ningún arma blanca. No tenía sangre a su alrededor, ni señales de haberlo trasladado de otro punto. Tampoco se veía que muriera por respirar dióxido de carbono, por acercarse tanto al cráter del volcán, sin precauciones y sin protegerse de los gases que suelen expulsar hacia la superficie.
Los primeros en encontrarlo, fueron las autoridades de Argentina, pero como tenia medio cuerpo en un lado de la frontera y otro medio en la de Chile, no se atrevían a decidir quién tenía las competencias del caso. Terminando por decidir llamar al jefe del cuerpo de policía del país vecino.
En su mano derecha sostenía un aparato, que parecía ser un mando o algo que se semejaba a algo electrónico. Por supuesto, desconocido para el ser humano. Sus ropas eran prendas sencillas, sin ser demasiado llamativas, si no fuera por el material que se notaba que eran diferentes a las nuestras.
Los primeros en aparecer fueron las autoridades de Argentina, terminando por llamar a las autoridades de Chile, apareciendo en menos de una hora en el lugar señalado. Decidiendo todos los presentes, que se debería de formar un grupo de investigación entre los dos países.
Montaron un pequeño campamento a los pies del volcán y una vez examinado tanto el cadáver (aparentemente) y las pruebas alrededor del cuerpo, decidieron meterlo dentro de una carpa provisionar, con todos lo necesario para practicar una autopsia al cuerpo. Incluso decidieron, por precaución, poner cámaras, por si alguien intentaba algo o robar el cuerpo mientras venían los forenses.
Al poco tiempo llagaron los inspectores, revisando cada centímetro alrededor de la montaña. Encontrando unas pisadas que salían del interior del cráter hacia afuera, camino a una pequeña aldea al lado contrario de donde se encontraban ellos en ese momento.
Otra cosa que averiguaron eran, unas señales al pie de la montaña con unos dibujos en forma de circunferencia. Eran cuatro formando todas dentro, de una circunferencia más grande. Entre la primera hasta la segunda la distancia eran de 15 centímetros y así entre las demás. En medio de la primera y más pequeña tenía un triangulo donde cada punta daba la sensación que algo se había introducido dentro del suelo, bastante profundo, imposible de haberlo hecho una persona sin haber dejado pisadas alrededor.
Decidieron los dos oficiales asignados al caso, cada uno de un país distinto, solicitar un helicóptero y mirar desde arriba, para tener una visión más compleja de los dibujos encontrados en el suelo.
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