La cuadratura del círculo

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Con mi buen amigo Agustín la relación viene de lejos, siempre tuvimos una sintonía especial y desde un principio existió una buena amistad. Nos casamos y divorciamos en fechas parecidas. Su situación después del fracaso matrimonial se le complicó algo más que a mí, porque en mi caso quien abandonó el hogar familiar fue mi esposa (para irse a vivir con su actual pareja) y yo me quedé con la casa abonándole una cantidad compensadora. Esto me llevó a ofrecerle el compartirla conmigo, porque en mi ánimo estaba ayudarle y en el suyo, encontrar cobijo con un costo razonable, convenimos que compartiéramos gastos.

A partir de ese momento nuestra vida en común resultó todo un éxito, nos distribuimos las tareas caseras atendiendo a las aptitudes de cada uno y de forma espontánea y satisfactoria cumplimos con todas las exigencias domésticas. Nos ofrecemos una compañía grata y formamos un núcleo familiar armónico y avenido.

Otras cuestiones vinieron luego de la forma más imprevista, recuerdo que una tarde después del trabajo nos sentamos a ver la televisión, era lo habitual, porque tenemos bien programado nuestro horario diario, repartido en periodo de lectura o esparcimiento y otros, a la vez de cumplir con las realidades de la casa. En esta ocasión veíamos una película de alto contenido erótico y ambos estábamos algo excitados. Llevábamos una larga sequía o abstinencia y las escenas perfectamente dirigidas e interpretadas no nos llevaban precisamente a la pasividad. Fue Agustín quién sin pensar o más alterado puso su mano sobre mi abultamiento, quedé quieto y sin palabras, juro, sin embargo, que me gustó sentir como sus dedos iniciaron un suave masaje y como éste me alteró e hizo reaccionar enseguida quedando patente el deseo de ambos. Sin darle muchas vueltas también yo extendí la mano e inicié lo que él ya llevaba con buen tino. Tan grato acontecimiento no tuvo comentarios posteriores, pero volvieron a sucederse en otras ocasiones y todas de forma muy satisfactorias. Asumimos que ninguno de los dos era homosexual y a la vez que nos resultaba placentero ayudarnos a alcanzar el estado de exaltación, además de soltar amarras y perder la congestión por liberación. Habíamos dado un paso grande porque superar tabúes de tanta repercusión social no es fácil. Esto nos llevó a adquirir una mayor confianza, especialmente en un área tan delicada, así como a traspasar determinadas líneas o barreras. Éramos conscientes de que, en la mayoría de los casos, esto produce rupturas o desencuentros importantes, pero en el nuestro fue al revés. Una vez aceptado que nos complacía masturbarnos, pasamos a caricias más amplias que pronto nos llevó a una relación oral que un tiempo antes habría resultado algo imposible o inaudito. Llegado aquí, ya no pudimos callar, de un mutismo impuesto por la propia inseguridad, pasamos a relatarnos el sentir con cada caricia y esto nos llevó a una mayor compenetración y un enaltecimiento más sentido y profundo. Pasamos después, casi sin darnos cuenta, a los besos amorosos y por último, semanas después, a la penetración anal, fue algo imposible de describir, por lo sorpresivo, fuerte y satisfactorio. Nos lo facilitó el que no resultara traumático ya que ninguno de los dos posee un tamaño desaconsejable para ello, sino modesto. Nos cambió la vida, los días resultaron ser mucho más divertido y la armonía se hizo patente en el agradable ambiente que existía en casa. Mi habitación paso a ser la de los dos y la de Agustín quedó libre, algo que luego dio pie a incorporar a Milagros, una amiga de Agustín que al igual que nos ocurriera a los dos antes, también se divorció y quedó sin vivienda. La incorporamos con buen ánimo al ser una mujer de nuestra edad, con buen sentido del humor y sobre todo buena persona. También con ella existió desde un primer momento buen estar, no perturbaba nuestra vida en común y se acoplaba con un estado inmejorable a las normas de compartir y colaborar. La relación y confianza entre los tres resultaba sorprendente e inmejorable y podría decirse que al igual que ocurriera en su día entre los dos, se produjo más tarde entre los tres. Ella asumía el centro del sofá por cortesía nuestra y en una ocasión, viendo la televisión, en circunstancias bien parecidas a la que antes conté, la más necesitada buscó nuestra complicidad y la encontró. Se dieron todas las características para resultar una tarde noche memorable. Con delicadeza, sentido común, afecto y un deseo manifiesto que tuvo respuesta adecuada en los tres. Resultó más que patente que la necesidad nos había llevado a Agustín y a mí a jugar un rol que enseguida comprobamos que podíamos compartir. Para ello bastó el sentido común y una mujer con la sensibilidad y el tacto necesario para hacerlo. Al trabajar los tres llegamos a casa con el cansancio consiguiente, pero tenemos el grado de responsabilidad necesario para asumir las responsabilidades de equipo. Nos llevamos bien y sabemos poner el granito de arena preciso para crear un ambiente distendido y amable. Nunca viví con tanta ilusión la vuelta a casa diaria, al convertirse ésta en un verdadero hogar que los tres cuidamos con mimo. Acoplados anímicamente, preparamos cenas extraordinarias y a la vez ligeras, experimentamos sensaciones especiales porque nos deseamos y disfrutamos de un sexo sin condicionantes. Descubrimos que los límites los pone uno casi siempre por temor a fallar o a no dar la talla. Milagros pone siempre un punto de humor que facilita considerablemente la inhibición y a través de ella entramos en unos juegos deliciosos y avanzados para una mentalidad menos abierta. Creo que el hecho de no tener hijos nos coloca en una posición muy ventajosa y privilegiada. Hemos hecho reformas porque ampliar el dormitorio era preciso, ahora compartimos lecho, armarios, baños y todo lo demás. Milagros dice, a veces, que ella es la más beneficiada, ya que tiene dos en vez de uno. Para mí la realidad es otra, nosotros disfrutamos de carne y pescado simultáneamente, algo nada fácil y mucho menos sin que nos cree conflictos. Entre nosotros siempre hay uno que está más deseoso, ese día le toca tomar la iniciativa y provocar a los otros dos hasta subirles a su grado de enervamiento. Me encanta cuando esto le ocurre a Milagros, cuan fácil le resulta a ella prender nuestras llamas y ponernos en acción y los finales siempre son imprevisibles. Salir de una entrada para ir a otra puede resultar en ocasiones una fórmula indescriptibles, es como traspasar barreras sin que medie preparación previa. Entrar mientras te entran es poner niveles superpuestos y no saber dónde la intensidad es mayor. Valga decir que correrse y sentir la otra corrida es un vértice que se alcanza en pocas ocasiones y deseas que sea así para saborear lo excepcional.

De improviso se nos ha colado un nuevo protagonista, un bebé que pesaba al nacer tres kilos doscientos y medía cuarenta y cinco centímetros. En realidad, es  impensable, pero en tan sólo pocos meses nos ha cambiado la vida al cien por cien, somos tres padres entregados por igual y un personaje central que se hace mucho valer porque es consciente de su gran importancia para nosotros.      


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