Sola en el bosque de noche
Por Elzorro10
Enviado el 14/01/2024, clasificado en Terror / miedo
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En medio del bosque, bajo la tétrica luz de una luna llena que jugaba con los árboles a creas sombras y dar miedo, se encontraba sola, camino a casa, una joven peliroja.
Faltaría a la verdad si dijese que Sara, así se llamaba la mujer, no estaba nerviosa. Lo estaba y mucho, pero mantenía toda esa ansiedad escondida al mundo bajo un rostro que emanaba serenidad, inteligencia y cierta altivez.
La naturaleza se llenaba de colores y música cuando el sol se colaba a través de las ramas, y las plantas, vestidas con flores para la ocasión, competían en un certamen de belleza. De noche, todo desaparecía salvo los sonidos. Sonidos que envueltos en el misterio dejaban de sonar a música.
Sara estaba sola, o eso creía, o eso deseaba creer.
Había oído historias.
Algunas sobre fantasmas otras sobre criaturas imposibles.
Leyendas.
Solo que las leyendas, según le contó su padre de niña, tenían su origen en hechos.
Era una chica sensata y la soledad no la asustaba. En aquel bosque no había lobos ni osos, eso era seguro.
Su padre le había dicho algo más.
En el mundo estaba el ser humano.
Aceleró el paso.
Había oído historias.
Los hombres y las mujeres eran malos por naturaleza, eso le dijo su padre, eso leyó en la biblia, eso aprendió en clase de historia.
Lo malo era que no hacía falta recurrir al pasado para ver lo malos que éramos, no nos conformábamos con la crueldad de la naturaleza, con la presencia de la enfermedad, con la realidad de la muerte. No queríamos que los dioses reales o fruto de nuestra imaginación se llevasen todo el mérito. Nosotros los humanos, seres insignificantes en el universo, simple polvo, teníamos que ser como ellos, como ellos a la hora de decidir la suerte de otros hombres, a la hora de generar sufrimiento y muerte.
De repente, la angustia se hizo más presente y Sara echó a correr. Quería llegar a casa cuanto antes.
Ya tendría que estar allí.
Su cabeza se llenó de recuerdos.
Una cabaña abandonada, cuerdas atrapando sus muñecas atadas a una silla, labios resecos y el gusto de la sangre en su lengua.
Le dolía.
Y no estaba sola en aquella cabaña.
Espero a que llegara un ángel.
Quizás tuviese suerte, siempre la había tenido, sus padres, su hermano, el amor.
Sin noticias del ángel.
La nada, esperó la nada, deseó la nada.
La nada llegó.
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