Es de noche y sigo mirando el reflejo con mis ojos envanecidos, la llegada de la clemencia de un sollozo agobio. La usual e inmutable práctica conlleva a una tortura, y yo, temblando en el interminable anochecer.
En instante se produce un eco en el paraíso sucio, mis lamentos y sangre se divulgan.
Mi pecho ansioso, llora, suplica la necesidad de amor.
Acostumbrado a la soledad, recuerdo esos días de sonrisas fúnebres, y yo, tan estúpido aprendí a tararear una canción, una melodía que definió mi futuro, un futuro lloroso.
Sentado en una piedra, con las afueras de mi destino junto a mi melancolía, sin refugio alguno, deseo poder tener la fuerza para cortar mi rienda a la vida.
El cielo de mi futuro, no es seguro, lo he visto, pero ahora dudo de él, dudo de ese futuro triste, desolado, teñido con sangre de recuerdos.
Fui arrojado a mi pasado, tristemente feliz, abundantemente prospero, sin temor sonreía; una espera larga, fue la detonante de mi futuro desamparado.
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