LA GRANJA Y SUS HABITANTES (1-1)

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Era una familia granjera. Vivía en medio de las montañas en un rancho. Estaba compuesta por cinco miembros. La madre se llamaba Láyla. El padre Juan. El hijo, Carlos. La hija Deixis y el abuelo Lucas.  Todos hacían trabajos dentro, todos tenían tareas desinar.

El abuelo era el más sabio, no solía hacer mucha cosa en la tierra, pues cada vez tenía más achaques de salud, debido a la edad. Pero solo con mirar al cielo sabía cuando la naturaleza le daba permiso para sembrar las tierras. Solo con sentir el viento, sabia cuando llovería enseguida y solo con tocar la tierra con sus manos, sabia cuando recoger la cosecha.   

A unos metros tenía una llanura, donde solían sembrar semillas, para después de dar su fruto. Sus cosechas rara vez, solían tener perdidas. Solían venderlos en el mercado. Las ganancias solían ser muy suculentas. Pues los beneficios eran sustanciosos. Los dueños después de vender todo, solían  hacer  3 montones, dividir el dinero en tres partes iguales.

Una era para comprar semillas y volver a sembrar. Otra era para regalar a un orfanato que solían acoger niños abandonados o venían emigrando solos de otros países. Personas mayores que se encontraban desahuciadas, tanto por enfermedad como por no tener a nadie que los cuidara. Y por último y no por eso menos importantes, acogían a animales abandonados, maltratados o enfermos a punto de morir.

Todo el que conocía el lugar, no sabría decir con exactitud si era un rancho o una granja, por todo lo que tenía y se ocupaban todos los miembros de la familia. Por un lado sembraban cosechas de verduras y tenían ganado de pastoreo. A parte criaban ganado para después venderlo, como vacuno, ovejas y caballos.

¿Sus cuadras?, eran una de las mejores de la comarca. Sus caballos eran puros sementales. Algunas/os de sus potrillos a su mayoría de edad, habían llegado a ser grandes ganadores de carreras. Por todos los lados que miraras, sacaban beneficios. Sus ganancias cada vez eran más jugosas y sus vecinos no entendían porque. Pues todos sembraban y criaban animales del mismo modo ó ¿por lo menos? eso creían.

Antes de trabajar la tierra, el padre se sentaba en el campo. Solía ponerse a meditar, se conectaba con todos los seres de la naturaleza y le pedía permiso, para depositar las semillas de cualquier cosecha en el suelo. Al viento y a las nubes le pedía ayuda, para que les ayudara con la siembra y no dejaran caer, la lluvia con ira sobre lo sembrado.

 Y ¿cómo no? le solía pedir a la marmota y otros animalitos que no se la comieran. Explicándole que no solo era para ellos, si no para ayudar a los desamparados y que a la recogida del producto, dejarían algunas piezas en un lado del campo, para que ellos también pudieran disfrutar, por cuidarlo y dejar que todo llegara a un bien común. Y así poderse beneficiar todos del trabajo. Esta familia, desde el más pequeño, al más grande, cada cosa, cada movimiento que realizaban, que implicaba a la naturaleza, solían pedirle permiso, en todo.


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