Begoña estaba desbordada. Los problemas se la acumulaban sin resolver.
Ella siempre habia sido una mujer muy positiva, pero comenzó a dejar de ver luz en la oscuridad y cayó en un pozo de tristeza y agotamiento.
La gente a su alrededor seguía con sus vidas. Los que la quería la preguntaba extrañados y sin prestar aparentemente demaseada atención. Begoña estaba bloqueada y seguía como podía con su día a día.
Una mañana, su mejor amiga, su alma gemela, se acerco a ella en silencio, se sentó a su lado, no preguntó nada, simplemente se quedó allí, mirando con cariño durante varios minutos. Al ver que no reaccionaba, sin hablar, la abrazó. Ese abrazo cálido, lleno de ternura y amor, hizo que Begoña se dejara llevar, se olvidase y se acordase de todo al mismo tiempo. Aquellos ojos tristes, que no podían llorar, se llenaron de lágrimas y Begoña se dejó abrazar, se permitió sentir sin filtros y volvió a sentirse viva de nuevo.
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