¡No somos nada sin el amor a la tierra que nos vió nacer!
Recuerdo mi ciudad, sus frías calles, llenas de escarcha cuando iba al colegio por la mañana, ese colegio lleno de niños gritando, saltando, corriendo en el recreo... primeros exámenes, nervios por llevar a casa las notas y felicidad de viernes, por la llegada del fin de semana, jugando en el parque y cambiando cromos en la plaza.
Adolescencia... torbellino de emociones y salidas con amigos a esos recreativos recién inagurados en nuestro barrio.... primer beso robado en la esquina de la Iglesia, y primeras caricias de amor en la oscuridad de la noche, en las calles desiertas de mi ciudad.
Maleta en mano, llena de sueños, abandono mi tierra para ir a estudiar fuera, a cumplir mi sueño de ser lo que ahora soy, y hoy, con mi propia familia en otra ciudad, soy huérfana de la tierra que me vio nacer, crecer, y ser lo que ahora soy.
Los ojos llorosos, mezcla de nostalgia y de amor por mi ciudad, esa que siempre fue, es y será mi amor eterno.
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