Ella era de irse y no volver. El camino pisado no era
el que gustaba de recorrer, y aún así sus pensamientos a
menudo la incomodaban pues eran dados a mirar atrás
con los ojos de la evocación.
Unas veces el genio de la lluvia la acompañaba en esos
paseos por arrolladoras nostalgias y la mantenía por un
tiempo indefinido sujeta a la sombra de un ciprés.
Sin embargo otras veces, se miraba al espejo y veía el
misterio en sus ojos, ahí, agazapado, acechando, a la espera
de una sencilla orden para liberarse de las aplastantes remembranzas...
©Serendipity
Hoy le cosquillean los ayeres. Mil mariposas le bailan en su vientre al recuerdo de aquellos días que fue ola descarada en azules océanos. Y por primera vez no se siente fluyendo agarrada a esa madera rancia que flotaba en sus imposibles.
No tiene razones que dar de porqué ignoró las blancas gaviotas que flotaban en el aire hacia una tierra sembrada de amapolas, rojas de pasión, osadía, audacia... esas actitudes que se perdieron en su propia tormenta perfecta, sin adivinar siquiera que jamás podía hundirse en su propio mar. Hoy la calle le sabe a sol.
Quizá ha sido la lluvia que el azar regó en su mirada la que le ha permitido volver a ser. O quizá fueron unos sencillos versos se cruzaron al azar y calaron en la espesez de sus pensamientos con gotas limpias y frescas. Y quizá haya llegado el ahora que le permita desnudar su alma, donde un beso callado reposa desde que el tiempo es tiempo.
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