Esther era una mujer sencilla. Tenía un trabajo normal y una vida de lo más rutinaria. Su trabajo como abogada la ocupaba mucho tiempo, pero no la importaba.
Desde que era una niña, había soñado con estudiar derecho, y gracias al esfuerzo de sus padres que tenían un pequeño bar en un modesto barrio de su ciudad, había podido ir a la universidad.
Ser abogada de oficio, no la daba para muchos lujos, pero era un trabajo que la encantaba. Cuando salía pronto de los juzgados, quedaba con sus amigos para tomar una cerveza y con eso la bastaba para estar bien.
Esa mañana de lunes 15 de septiembre, Esther tenía 4 juicios bastante largos. Entre uno y otro, fue a tomarse un café bien cargado y fue allí donde la vió por primera vez.
Ella estaba tomándose otro café y la saludó. Esther tuvo la sensación de conocerla, pero era la primera vez que la veía. Era la nueva abogada de oficio y se llamaba Laura. Comenzaron a hablar animadamente y se despidiendon presurosas, pues llegaban tarde a sus respectivos juicios.
Desde ese día, cada mañana tomaban café juntas, y no se cansaban de hablar de cualquier cosa que surgiese. Esther nunca en su vida se había sentido tan agusto con nadie.
Al poco, comenzaron a hablar por chat cuando llegaban a casa y se pasaban horas hablando, sin preocuparse del reloj.Tenian una conexión tan profunda e intensa que Esther no se había sentido tan feliz y completa nunca. Deseaba verla a cada momento, hablar con ella a todas horas y se sentía genial.
Una mañana, se cruzó con Laura en los juzgados, y el corazón la dió un vuelco. Laura la saludó, pero había algo en su mirada que asustó mucho a Esther.
Esa misma mañana, en cuanto pudo, se acercó a preguntarla si se encontraba bien y ella respondió que era un asunto personal, que no podía compartir.
Esther la respetó ofreciéndole su ayuda incondicional si la necesitaba, pero Laura cada día hablaba menos con ella, evitaba acercarse e intentaba no cruzarse con ella.
Esther comenzó a sentir un vacío en su interior, y tuvo miedo, porque una corazonada la decía que a su amiga la pasaba algo grave, no podía quitarse esa sensación de la cabeza y de su interior, día y noche. Laura no la hablaba, y actuaba como si ella no existiese y Esther se sentía preocupada, sus sensaciones de que algo malo pasaba la ahogaban y por primera vez en su vida experimento la soledad más absoluta rodeada de gente. Nada la distraía, nada la motivaba, nada la apetecía y todas las personas de su alrededor la aburrían y su trabajo también.
La tristeza la invadía, porque sentía dentro de ella, que a Laura la pasaba algo, pero que necesitaba estar sola. Debía respetarla, porque la quería con locura y era su decisión, pero debido al amor que sentía por ella, ello la angustiaba.
La soledad no es buena compañera de viaje y Esther se sintió sola y con las manos atadas por amor.
A día de hoy, Esther no pudo olvidar lo que pasó y eso la marcó durante el resto de su vida.
No volvió a verla nunca más. Asimismo, nunca llegó a enterarse del problema que tuvo Laura, y sobre todo nunca volvió a sentir por alguien lo que sintió por ella y años después sigue pensando en ella cada día.
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