Tu voluntad es la mía y Mi voluntad es la tuya (1-3)

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Julián debía volver aunque hiciera mal tiempo. Debía de empezar a trabajar, al día siguiente de su llegada. Estuvieron esperando varias horas, pero su espera fue en vano. Pues cada vez lluvia con mas intensidad. Julián les planteo a su esposa e hijos, que se quedaran y él cuando pudiera volvaria por ellos. Ninguno acepto, ni siquiera el más pequeño. Se abrazaron y se besaron con  los abuelos, todos antes de introducirse adentro  del vehículo y partí, camino a su casa.

La visibilidad, cada vez hacia mas difícil el conducir. Hubo un momento que Julián le pregunto a su esposa, el parar un momento el coche. Pero Luisa cada vez ansiaba llegar a su casa, pues el pequeño estaba dormido en el asiento de atrás y deseaba tumbarlo en su cama, para que pudiera descansar mejor y no terminara con dolor de cuello.

Julián, por un momento, miro por el retrovisor y vio como dormía Antonio incomodo, pero realmente parecía que alguien le sujetaba el cuello. Porque tenía una expresión de felicidad y de estar bien cómodo, como si durmiera encima de alguien. Tenía una sonrisa en sus labios y sus brazos se movían de un lado a otro. Como si quisiera coger algo o a alguien.

 No supo cómo, ni cuando, ni de qué forma, pero el volante dio un volantazo y el vehículo empezó a dar vueltas,  como 6 en medio de la carretera. Cuando quiso darse cuenta, el se encontraba debajo del coche y su hijo mayor lo llamaba a gritos y lloraba diciendo que le dolía. Julián solo escuchaba;

--Papa me duele, me duele. (Mientras lloraba)

Cuando Julián quiso ir a su llamada noto que le faltaban las piernas. Estaban amputadas las dos. Una por el tobillo y la otra por la rodilla. Su brazo izquierdo se encontraba destrozado y notaba como tenía varias costillas rotas y un corte en la cabeza. Debajo del había un charco de sangre, pero todo eso no le importaba, nada le dolía, ni lo echaba en falta. Lo que le dolía, hasta el punto de  volverse loco, era que su amada se encontraba muerta y su cuerpo destrozado a su lado.

 Su hijo Antonio, no tenia señales de vida, pero noto que seguía dormido con la sonrisa en su cara, pero cubierto de sangre. Tan solo vivía Oscar y lo necesitaba, lo llamaba y no podía ir. La impotencia era tal que se volvía loco, cuando noto que empezó a perder el conocimiento, quedándose profundamente dormido.

Julián consiguió salir de donde se encontraba, miro y no entendió nada. El se encontraba debajo de coche, pero realmente se veía de pie, junto a una luz y algo lo llamaba. Empezó a caminar hacia la llamada, cuando alguien salió a su encuentro. Miro y era Luisa pidiéndole que volviera, diciéndole;

--Julián, mi gran amor, vuelve atrás. Nuestro hijo te necesita. No tiene a nadie, no quiero verlo huérfano de los dos. Por favor vuelve y cuídalo como si estuviera contigo. Gracias por hacerme la mujer más feliz del mundo, gracias por darme el regalo más grande del universo. Ser Madre. Ahora, te toca a ti, seguir adelante, ahora debes de ser fuerte por los dos, Ahora te dejo todo el trabajo a ti, porque mi estancia acabo. Lo beso y desapareció, volviendo Julián hacia atrás y viéndose en un hospital, en la mesa de operaciones.

Julián miro hacia una puerta y como por instinto la abrió, dejando atrás su cuerpo en la mesa de operaciones. Delante de él se encontraba dos tramos de escaleras. Una subía y la  otra bajaba. Sus pensamientos, como por instinto, hicieron que tomara la opción de bajar. Empezó a bajar los escalones y al fondo se encontraba una habitación. Se parecía mucho a las habitaciones donde llevan a los bebes recién nacidos y necesitan algún tratamiento como incubadoras, etc.

Julián miro hacia atrás y las escaleras desaparecieron, solo se veía un gran pasillo iluminado, con una gran luz intensa. Desde dentro de aquella puerta se escuchaban llantos de bebes, pero no parecía que estuvieran pasándolo mal, si no al contrario, parecía llantos de niños recién nacidos o por lo menos eso pensaba.

Mientras tanto, una gran pena lo inundaba. Un dolor lo recomía y un sentimiento de culpabilidad, no le dejaba pensar, ni razonar. En ese momento era tal, la sensación de despojo humano, que nada, ni nadie lo podía sacar del pozo donde se encontraba. Ni siquiera las palabras de aliento de su amada. Solo deseaba desaparecer del mundo y de la existencia.  Se pregunto así mismo;

--Julián ¿seguimos a la luz y nos olvidamos de todo y de todos o abrimos esta puerta y miramos que hay detrás de ella? Levanto su mano, achucho la puerta y entro.

 

 


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