Hace unos cuántos años, casi al inicio de INTERNET yo colaboraba en una revista de parapsicología con relatos y artículos sobre dicho tema, pero a consecuencia de una grave enfermedad que sufrió el director de la misma ésta dejó de publicarse.
Y así se lo hice saber a m amigo Vicente con cierta contrariedd cuando lo fui a visitar en su hogar, porque sin un medio literario que me permitiese expresar mis escritos por fantásicos que fueran, al menos destinados a un colectivo social determinado me daba la sensación de que no vivía con plenitud.
Mi amigo Vicente que era un sujeto bien parecido; alto y moreno el cual recordaba vagamente a algunos galanes del Séptimo Arte; aunque era también bastante presuntuoso y muy introvertido, al haber leído algunos de mis trabajos en aquella fenecida revista se le había avivado su gusanillo creador; pero que asimismo éste constituía una manera de engordar a su ego con el objetivo de suscitar la admiración de quienes le rodeaban. No podía ser que yo fuera el creador sensible literario y él estuviese por debajo de mi, por lo que se afanó en escribir novelas y relatos basados en su experiencia personal enviando posteriormente sus trabajos a distintos certámenes de Premios Literarios, así como a editoriales de la ciudad pero sin obtener ningún resultado.
No obstante Vicente lejos de desfallecer me dijo con un forzado optimismo:
-¡Ya verás como al final todo saldrá bien! Tenemos que conseguir que los editores nos hagan caso; luego todo irá sobre ruedas.
- ¿Sí? Pues ya me dirás cómo lo hacemos para que esto sea posible - le respondí yo escéptico-. En su día escribí una novelita de terror y nadie me la admitió. Me puse en contacto con agentes literarios para que me ayudaran a publicarla pero tampoco dio resultado. Pienso que si realmente queremos hacer algo positivo y que la gente nos lean tenemos que valernos por nosotros mismos. Si no podemos publicar de una forma directa, convencional ¿por qué no nos convertimos nosotros en editores de nuestros relatos? - le sugerí a mi amigo Vicente.
- Vaya... que buena idea - convino mi interlocutor-. Para ello sería conveniente crear nuestra propia revista literaria mensual, en la que también colaborasen otros autores con deseo de ver publicados sus trabajos. Tiene que ser una revista en la que se pueda hablar de todo y en la lengua que se quiera.
-Naturluralmente. Yo me ocupo de buscar a los autores - me ofrecí con resolución-. Ahora bien. Tú con lo reservado que eres ¿te verás capaz de expresar tus opiniones, tu sensibilidad artistica ante el posible numeroso lector, ya que el hecho de escribir no deja de ser un acto un tanto exhibicionista en el que aunque sea a través de los personajes ficticios asoma nuestro fuero interno?
- Bueno, haré un esfuerzo. Todo sea por amor al Arte - respondió Vicente con una media sonrisa.
Aún estuvimos un rato mi amigo y yo pensando en el nombre que le pondríamos a aquella publicación para que atrayese al público, y al fin optamos por llamarla LA BUENA LETRA.
Así pues que no tardé en ponerme manos a la obra; y al día siguiente de haber visitado a mi amigo Vicente, al ir a comprar el pan como siempre hacía me adentré en una Tabacalera donde se podía poner toda suerte de anuncios gratuitos en una revistilla de la comarca. En este anuncio que yo redacté se solicitaba a escritores nóveles de varios géneros para colaborar en nuestra publicación que saldría en breve tiempo; y en caso de interesar que me llamaran por teléfono para concertar una entrevista un domingo por la tarde en el domicilio de mi amigo Vicente.
Por otra parte como yo en aquellos años trabajaba en el Ayuntamiento de la localidad en la que residía y estaba destinado en un Edificio que estaba ubicado en el centro de la misma en el que hay el Mercado Municipal y la Biblioeca Pública, junto a otras dependencias oficiales, hablé con una funcionaria llamada Julia que era la encargada de organizar todos los eventos culturales que se celebraban en aquel pueblo.
- Podrás escribir lo que quieras y en el idioma que prefieras - le dije yo.
-¡Ah! Claro que sí. Colaboraré en vuestra publicación con mucho gusto - aceptó ella sin poner ningun reparo.
Julia era una atractiva mujer morena, alta y con gafas, por lo que quien escribe estas líneas enseguida se imaginó que dado que ambos colaboraríamos juntos en aquella hipotética revista literaria no estaría demás llegar a tener una relación más íntima más allá de las letras.
En vista de la aceptación entusiasta de la funcionaria me apercibí en el acto que a pesar de la lúdica labor cultural que ella desempeñaba en el Ayuntamiento había un oculto deseo de explicarse a sí misma y por extensión a los demás sobre cualquier asunto, al margen del discurso estereotipado y formalista que se suele emplear en la vida cotidiana que poco o nada tiene que ver con lo que pensamos o sentimos.
CONTINÚA.
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