EL PROYECTO 2 (FINAL)

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Las llamadas telefónicas tanto de autóres nóveles como de autoras no se hicieron esperar. Durante dos frenéticos días yo no cesaba de habla con varios autores sean del mismo lugar en el que vivía o de los otros municipios circundantes.

-...Es que yo trabajo en el Ayuntamiento de Mataró (un pueblo que es cabeza de partido en la zona del Maresme) y escribo poesía - me notificó una mujer de voz aterciopelada, sugerente-. ¿Te gusta la poesia? - inquirió ella.

- Pues claro que me gusta, mujer. Y tus trabajos irán muy bien para la revista. Además, oyéndote se nota que tienes una exqusita sensibilidad a flor de piel - le respondí con un agradable estremecimiento en mi interior, puesto que la fémina que tuviese una tendencia cultural similar a la mía yo podía enamorarme facilmente de ella.

- Ay... Gracias.  Eres muy amable. Descuida, que ya iré a la entrevista.

Al igual que la poetisa de Mataró siguieron llamando otros tantos supuestos autores que buscaban  un canal para dar salida a sus textos literarios y en principio todos se mostraron conformes en colaborar en la revista.

Llegado el día señalado y a la hora convenida me presenté en el estupendo jardin de Vicente que estaba en una rústica  calle frente a su casa de planta baja, en el cual él se hallaba cómodamente sentado en un sillón. Hacía un sol espléndido, radiante cuya luminosidad al acariciar las hojas del limonero que había en aquel recinto daba lugar a que éstas se mostrasen más vibrantes que de costumbre.

Seguidamente mi amigo y yo esperamos anhelantes las visitas de los futuros colaboradores mientras hablábamos de diferentes  temas.

Esperamos y esperamos con suma paciencia pero fue en vano. porque a la cita sólo se presentó.un joven autor de relatos cuya única lectora era su mujer. De los demás escritores entusiastas con el proyecto no había ni rastro. Todo había quedado en humo que disipaba el viento.

- Ya veo. La gente en teoría es capaz de todo. Hace muchos planes; y se ilusiona con facilidad por cualquier cosa. Pero a la hora de la verdad, en el momento de poner en práctica un poyecto sobre todo de índole creativo se echa hacia atrás- dije yo-. Se vive más de fantasía que de realidad.

- Puede que tengas razón - corroboró Vicente decepcionado por el fracaso del proyecto.

A pesar de todo, dejamos de lado la idea de la revista literaria y fuimos a ofrecer nuestros relatos a unas mujeres que eran las dueñas del uníco kiosco y de una librería que había en el pueblo - una de ellas muy obesa- para que los distribuyeran a los clientes que iban a comprar periódicos y toda clase de publicaciones gráficas, a lo que ellas aceptaron de hacernos aquel favor sin problema alguno. Y si teníamos éxito seguiríamos con aquel sistema.

Mas en el entretanto sucedió algo imprevisto.

El guaperas de mi amigo Vicente, aunque estaba casado y era padre de familia, se ufanaba en tener amantes como los antiguos hombres de la burguesía barcelonesa a lo largo del siglo XX.

- Sí, chico. El hombre por naturaleza es polígamo, pero la mujer no lo es aunque diga lo contrario, porque ella es más conservadora en relación con los hijos que pued tener. Y esto es absolutamente biológico. Por tanto esto de tener a una sola fémina no es más que una convención social impuesta por la moral eclesiástica y por la injusta Ley que  nos rige, en connivencia con el mundo femenino, ya que son ellas, las mujeres quienes nos marcan las pautas en nuestras costumbres. Nos dicen lo que tenemos que hacer y lo que no tenemos que hacer. ¡Mandan ellas! - peroraba Vicente con convicción- ¡Y tú, tú piensas igual que yo!

Vicente en efecto tenía una amante, que al parecerle que ésta le empezaba a fallar tomó a otra; pero que al reconciliarse con la primera al final resultó que tenía a tres mujeres a su disposición como si de un sultán se tratara. Su esposa, su primera amante, más la segunda. Todo un récord.

Mas un buen día, de un modo accidental a la esposa de Vicente se le ocurrió husmear en el primer móvil de su marido y descubrió el doble juego que éste llevaba con las otras señoras. "Cariño, te espero" - le escribían ellas-, por lo que como es de imaginar su legítima mujer montó en cólera. "¡Vaya sinvergüenza; mal hombre!" -pensaba la dama ofuscada-. Y acabó echando al conquistador Vicente de su casa. En consecuencia nuestra compañía literaria también se fue al traste.

Sin embargo yo llevado por mi ansia de expalayarme de adentro hacia fuera con las letras ( ¿de dónde me venía aquella fiebre?) decidí promocionarme por mi cuenta. Escribía y escribía con regularidad, y he de confesar que haciendo un gran esfuerzo de voluntad llevaba mensulamente uno de mis relatos a las mujeres del kiosco, quienes buenamente aceptaban mis trabajos. Cada vez que me encaminaba hacia ellas con mi carpeta bajo el brazo parecía que andaba en el fondo del mar, de tanto que me costaba tomar aquella iniciativa sin el apoyo de nadie, y en medio de las críticas familiares; puesto que temía que de un momento a otro aquellas mujeres del Kiosco me iban a rechazar mis cuentos. Pero no fue así sino todo lo contrario.

Fue entonces cuando comprendí que nada vale tanto como el esfuerzo personal que hacemos con la suficiente convicción para llevar a cabo nuestros proyectos sean cuales sean.

                                                                             FRANCESC MIRALLES 


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