1
Tengo un problema.
Y muy grave.
No os lo podéis imaginar.
Ya os aseguro que no es lo típico y trivial de compartir piso.
Seguro que estaréis pensando: “¡Madre mía, seguro que sus compañeros montan orgías y no le dejan estudiar, se mea en su cama, se caga en el microondas, le gusta chupar compresas usadas y ve OT”!
Pero no es nada de eso, de verdad, es algo serio. Como, por ejemplo, que te acabes de enterar que tu compañero de piso-mejor amigo es un asesino en serie y no sepas como ayudarlo.
El caso es que yo ya me lo sospechaba porque claro, siempre que pasaba por su habitación había un olor raro y asqueroso, y cuando entraba de repente se echaba encima de una persona llena de sangre. Lo normal es pensar que le gustaba follar con tías menstruosas y yo no soy quien, para cuestionar sus fetiches, cuando los míos son aún más raros.
Tal que un día entra a mi habitación mientras me autolesionaba y me dice agobiado entre sollozos:
-María de los Consuelos-. pausa para sorbitar los mocos. - tengo un problema, la policía me ha descubierto.
Pues como una chica normal pensé que le habían pillado la planta de maría de la terraza. Pero imaginaros mi cara cuando me suelta que lo han cogido por asesino en serie.
Sé que no os lo vais a creer, pero pensé que era broma, así que continué con mi rutina dejando las cuchillas para prepárame para salir y dejando a Jesusín soltando berridos, de qué si lo meten en la cárcel me va a sodomizar con un apio gigante o que va a violar a mi abuela… cosas normales que dice siempre que se enfada. Además, yo tenía en mente algo más importante, mi examen final de carpintería.
2
Vine muerta de hambrea casita, porque claro, tallar en madera a mi profesor sesentón desnudo sin fantasear que me empotraba como la última vez, era difícil y tardé más de la cuenta. El caso es que me entró antojo de mojete y claro cuando fui al frigo y no encontré el último pepino que me quedaba perdí la cabeza.
Si, me cabreé mucho y empecé a gritar, a romper cosas y a proferir insultos guturales en mi idioma natal. Parecía que venía de una tribu perdida, vaya. Finalmente, asustada pero feliz, Miriam, mi compañera de piso, salió al salón con un pepino mojado en la mano:
-No sé por qué te pones así, pensaba que no lo ibas a utilizar.
Yo respondí de la mejor manera que se merecía esa cochina, me lancé a su cuello y empecé a morderle. Cuando noté el sabor de la sangre me aparté, mientras ella aún gritaba impotente ante mis diabólicos dientes:
-¡¡Estás loca!!-. Me dijo entre lágrimas. - Es la 2º vez que me haces esto…
-Sabes que pierdo la cabeza a veces-. Dije tranquilamente. - por cierto, ¿y Jesusín?
-Siempre piensas en él y a mí me tienes olvidada… ¡¡no te importo nada!! -. Dijo reanudando sus llantos. - ¿Cuánto tiempo haces que no me fustigas? ¿¡Eh!? Ya no me deseas… ¡¡yo que te robo los pepinos solo para llamar tu atención y… porque al ser tuyos me corro mejor!!
-Oh mi Miri, no llores, no pensaba que fuera por esto… Pues claro que te deseo tontorrona, ¿cómo no lo voy a hacer?
- ¿De verdad?
-Si, pero ya sabes que con el final de carpintería he tenido que ir mucho a clase y no he tenido tiempo.
-Lo entiendo. - dijo sonriendo-. Ah se me olvidaba, Jesusín está en la cárcel.
3
Bueno pues ahí estaba yo sentada delante de mi mejor amigo escuchando que lo van a encarcelar por 60 años. Si solo había matado a 24 tíos y a 13 tías, tampoco eran tantos ¿no?
¿Pero que podía hacer yo? ¿Cómo ayudarlo?
Ese era mi problema.
Que si estaba loco, pues sí, nunca ha estado bien de la azotea. Pero yo nunca pensé que cuando me decía que iba a estudiar, en realidad se iba a matar a gente. Llamadme ingenua.
Después de hablar durante 5 horas de su vida, porque comprenderéis que tenía que contármela otra vez y el porqué de todo, vi la luz, y en medio de la sala para visitas supe qué tenía que hacer para que no tuviera que pasar 60 años en la cárcel, le metí el pepino que había utilizado Miriam, que casualmente llevaba en el bolso, en la garganta y lo ahogué.
Fin del problema.
Que buena amiga soy. J
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