No juzgues mi vida, porque no conoces mis circunstancias, no compartiste el viaje que me trajo hasta aquí, a este momento.
No estuviste cada vez que tropecé y tuve que levantarme porque esa era mi única opción, frente a los que no daban nada por mí, los que decían que era imposible, que ni lo intentara.
No me viste en las encrucijadas donde ninguna opción era buena ni fácil y mi voluntad tuvo que abrir camino entre la incertidumbre que me arañaba.
No apoyaste mi lucha contracorriente por hacer lo que era preciso, lo que era justo, lo que había que hacer, aunque dolieran las consecuencias, en vez de dejarse llevar por la aceptación de la mayoría.
Soy todo aquello que aprendí, que crecí, que fracasé, que lloré de rabia sin que me vieran los que querían que naufragase, por no regalarles ese triunfo.
Me di de cuenta que soy realmente fuerte por la suma de mis pasos, a pesar de eses breves momentos de fragilidad que me concedo de vez en cuando, eses en los que miro hacia mi interior, bajo la coraza, y que me conectan con la persona sensible, con la persona que sueña y ama, protegida como las hermosas perlas dentro de sus valvas, esperando un rayo de sol de primavera.
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