Buenos días,
Doña Penélope, así la llamábamos, porque su real nombre es Esperanza de la gran Virtud. Eso sí, virtud solo tenía una: conseguir siempre lo que ella quería. Todo el mundo cedía ante ella o por gusto o por miedo, por eso siempre tenía postre a pesar de ser diabética y haber perdido los dos pies por ello. ¡Y tenía la mejor habitación!
El sobrenombre se lo ganó ya que siempre ha gozado y disfrutado del sexo puesto. Y por supuesto allí en la resi, el ala masculina comía de la palma de su mano, cuando no otras cosas...
La Doña como le decían los de su entera confianza, era guapísima y tenía un desparpajo que a todos enamoraba. Eso sí, no querías verla enfadada... cuantas veces había mezclado y cambiado las pastillas de aquellos necesitados de ellas. Solo ella sabía burlar a las enfermeras para darle un sustito a quien lo necesitaba... siempre decía: ¿A mí me podrán decir que no... pero y a San Pedro?
Era experta en falsificar informes médicos, alterar los pastilleros, jugar a la baraja, elaborar planes de fuga, en manipulación y la mejor alcahueta que toda persona desea para sus nietos...
Algunas de sus grandes anécdotas fueron:
Cuando le robó la tarjeta a una enfermera e hicimos pedido a plátano melón. Disfrutamos como perras, más de lo que recordamos, aunque tampoco fue difícil porque casi todas tenemos alzheimer jajaja
Cuando iniciamos una guerra con Teresa de Calcuta (que en paz descanse) por robarnos nuestras mejores bragas para las pérdidas de orina. Casi la enviamos a la caja cuando la Dra Garcilaso le dijo que tenían que trasladarla a un psiquiátrico...menudo complot formamos... Al final quien casi fue al manicomio fue la doctora.... jajaja
O cuando consiguió el test de embarazo positivo de la nieta del Santiago y poder “hacérselo llegar” al nieto del Pepe que es estéril. Y así que se diera cuenta de que le estaba poniendo los cuernos. Menudo revuelo se formó ese día ¿os acordáis?
Hoy aquí nos encontramos los que la tuvimos que aguantar estos últimos 30 años de vida, ya que la jodía gozaba de una salud inquebrantable o eso o que bicho malo nunca muere... o le tarda mucho tiempo en llegar la dicha en este caso. Esto es una pequeña broma para los presentes, ya que los que sí que estamos aquí la queríamos mucho: nos hacía reír con sus chistes y aventuras, con su estrepitoso pasado de moza, sus consejos nos clarecían la mente, nos visitaba cuando casi la palmábamos y se preocupaba por nosotros y los nuestros... (solloza)
Perdón...
Era conocido por todos que su herencia era fruto de todas las partidas que jugó al chinchón y alguna que otra extorsión. Y que esto lo hacía para dejarle tranquilidad económica a su hijo y familia, y por supuesto para fugarse de la resi, en la que sus sobrinos la habían metido en contra de su voluntad. Pero lamentablemente, como ella me confesó en sus últimos momentos... su marido murió hace 30 años (que también se ve que era un buen pieza) y su único hijo lo enterró con 45 años... “Ha sido divertido Fati, pero tengo unas ganas locas de reunirme con ellos y volver a hacerles la puñeta”, fueron sus palabras. Por eso cuando su abogado me ha hecho llegar la carta, de que nos deja una pequeña parte proporcional dependiendo del cariño que nos tenía a cada uno de nosotros, me he puesto a llorar. Por ella y por la gran alegría y tranquilidad que les voy a poder dar a mis hijos.
Gracias a todos por asistir al entierro y por quererla, aunque sea un poquito: Manuel, Pepe, Santiago y resto de viejos, Dra Garcilaso y Minerva, enfermeras Cloti y Choni y el resto de personal sanitario, María y Mario sus malvados sobrinos (risas de fondo). Y gracias a su grupo de viejas Mamen, Pepa, Quiteria y Maruja. Y por supuesto a mi Fati, víctima de sus bromas y de su amor.
En otra vida nos veremos, vieja amiga. Al final tu único plan de fuga que ha dado resultado ha sido este, gracias y buen viaje.
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