Le pedí a Don Eusebio que me ayudara a traducir y entender mejor el contenido del libro. Pasamos horas trabajando juntos, descifrando las advertencias y los antiguos métodos que podrían ayudar a contener o incluso desactivar la esfera.
Una de las notas mencionaba que el sonido rítmico y las vibraciones fuertes podían activar la esfera, pero también sugería que ciertas frecuencias específicas podían ser usadas para neutralizarla temporalmente. Decidí intentar este enfoque, utilizando un generador de frecuencias que había utilizado anteriormente en experimentos agrícolas.
Con la ayuda de Don Eusebio y la veterinaria, ajustamos el generador para emitir las frecuencias mencionadas en los textos. Con cuidado, lo llevamos al sótano y comenzamos el experimento. Al principio, nada parecía cambiar, pero gradualmente, la esfera empezó a emitir un brillo más tenue y las vibraciones que emitía se fueron reduciendo.
Al salir del sótano, nos dimos cuenta de que las cabras parecían más tranquilas y que Blacko dejó de ladrar de manera inquietante. Aunque no habíamos solucionado el problema por completo, habíamos logrado mitigar el efecto de la esfera.
La batalla no había terminado, pero ahora teníamos una estrategia. Sabía que debía continuar investigando y encontrar una solución permanente, pero por ahora, al menos habíamos ganado algo de tiempo y paz.
Los días siguientes fueron tensos. Las cabras mostraban una ligera mejoría, pero aún había momentos en que sus comportamientos eran alarmantes. Blacko continuaba vigilante, sus ladridos nocturnos sugiriendo que sentía algo que nosotros no podíamos ver.
Una mañana, mientras hacía mi ronda habitual por la granja, algo me llamó la atención en la cuadra de las cabras. Un hedor nauseabundo llenaba el aire, más intenso que de costumbre. Al acercarme, el origen del olor se hizo evidente: una de las cabras yacía en el suelo, con el vientre horriblemente distendido.
Con el corazón acelerado, me acerqué con cautela. La cabra parecía haber sido reventada de dentro hacia afuera, dejando un reguero de sangre y vísceras esparcido por el suelo. Algo había salido de su interior. Un escalofrío recorrió mi espalda mientras miraba la escena con horror.
De repente, noté un movimiento en las sombras del establo. Algo pequeño y rápido se escondió detrás de una pila de heno. Respirando hondo, me armé de valor y me acerqué. Lo que vi me dejó sin aliento.
Allí, entre las sombras, se encontraba una criatura que nunca había visto antes. Parecía una especie de rata, pero era mucho más grande y tenía características extrañas y antinaturales. Su piel era pálida y translúcida, y podía ver el movimiento de sus músculos y órganos internos. Sus ojos, grandes y sin pupilas, brillaban con una luz inquietante, y sus dientes eran largos y afilados, sobresaliendo de su boca de forma amenazante.
La criatura me miró fijamente, y durante un segundo, sentí como si estuviera observando algo más que un simple animal. Sin previo aviso, se movió rápidamente, desapareciendo en un agujero en la pared del establo. El miedo y la repulsión me inundaron mientras intentaba asimilar lo que acababa de ver.
La veterinaria había venido anteriormente y, aunque había visto a los animales enfermos, dudaba de mi cordura después de escuchar mi relato sobre la esfera y las criaturas. Decidí no llamarla nuevamente, ya que su escepticismo solo añadiría más estrés a la situación. Sabía que tenía que manejar esto solo.
Esa misma noche, una tormenta eléctrica se desató sobre la granja. El viento rugía y los relámpagos iluminaban el cielo con destellos cegadores. Temía que la tormenta pudiera afectar nuestro suministro eléctrico, pero no tenía forma de prever lo que sucedería a continuación.
Un fuerte trueno retumbó, seguido por un chispazo que iluminó el exterior de la casa. De repente, toda la granja quedó sumida en la oscuridad. La energía eléctrica se había cortado. El generador de frecuencias dejó de funcionar y, con ello, la esfera quedó sin control.
El pánico me invadió. Sin la electricidad, la influencia de la esfera podría regresar con fuerza. Blacko comenzó a ladrar frenéticamente, y los sonidos inquietantes provenientes del establo indicaban que algo andaba muy mal.
Con la linterna en mano, corrí hacia el sótano para intentar encender el generador de emergencia. Mientras bajaba las escaleras, sentí una vibración en el suelo, una señal de que la esfera estaba volviendo a activarse.
El sótano estaba sumido en una penumbra opresiva. Al llegar al generador, mis manos temblaban mientras trataba de encenderlo. Al ponerlo en marcha, sentí que las vibraciones aumentaban, afectándome de inmediato. El aire se volvió denso y me costaba concentrarme. Me di cuenta de que encender el generador estaba empeorando la situación.
Con esfuerzo, apagué el generador y me alejé rápidamente del sótano, sintiendo cómo los efectos disminuían ligeramente al poner distancia. La esfera necesitaba el sonido rítmico y las vibraciones para activar su influencia, y había aprendido esto de la manera más difícil.
Volví a la planta superior y miré alrededor de la granja sumida en la oscuridad. La tormenta seguía rugiendo, y no había forma de restablecer la electricidad por mi cuenta. Blacko continuaba ladrando con desesperación, y sabía que tenía que hacer algo rápidamente.
Me acerqué al establo con la linterna en alto, el haz de luz tembloroso apenas iluminando el camino. Al entrar, los balidos angustiados de las cabras me recibieron. Blacko estaba en la entrada, gruñendo hacia las sombras. Sabía que esa criatura extraña todavía estaba cerca.
Tomé una horca de la pared del establo, decidido a enfrentar lo que fuera que se escondía en las sombras. Con cada paso, mi corazón latía con más fuerza. La linterna reveló manchas de sangre fresca en el heno, un rastro que seguí con cautela.
De repente, la vi. La criatura estaba acurrucada en un rincón, sus ojos brillantes reflejando la luz de la linterna. Al verme, lanzó un chillido agudo y se lanzó hacia mí. Con un movimiento rápido, clavé la horca en su costado, pero la criatura era sorprendentemente fuerte y ágil.
Blacko saltó al ataque, mordiendo a la criatura y obligándola a retroceder. En el caos, logré apartar a Blacko y cerrar la puerta del establo, atrapando a la criatura adentro. Sabía que esto solo era una solución temporal, pero necesitaba tiempo para pensar.
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